Lo que más disfruto de la obra de Hirokazu Koreeda es la sutileza con la que retrata la cotidianidad de una cultura que, aunque conducida por el mismo impulso emocional que la nuestra, está configurada por mecanismos sociales diferentes.
Ya sea una simple cena en familia, una charla fraternal o una caminata al atardecer; el director japonés tiene una sensibilidad y atención al detalle que le permiten hacer de cualquier actividad mundana una oportunidad para crear arte y, para nosotros, una ventana para conocer las diferencias culturales que sólo en apariencia nos separan.
Inspirada en un manga de Akimi Yoshida y filmada con el tono naturalista que caracteriza a Koreeda, Nuestra Pequeña Hermana (Our Little Sister) cuenta la historia de tres hermanas quienes, tras la muerte de su padre, deben hacerse cargo de una media hermana adolescente que llega a cambiar sus vidas con su agradable y equilibrante presencia. Yoshi (Masam Nagasawa) trabaja en un banco y vive su vida sin problemas, aunque suele beber de más; la de en medio, Chika (Kaho), es la más inmadura y trabaja en una tienda deportiva con su novio; mientras que la más grande Sachi (Haruka Ayase), es una enfermera que sostiene una relación sin futuro con un hombre casado. Todas, en cierta medida, encontrarán en la llegada de Suzu (Suzu Hirose) un punto de inflexión en sus vidas que no sabían necesario.
Koreeda no tiene prisa y, sin ser necesariamente contemplativo aunque sí observador, nos toma con dulzura de la mano para introducirnos en las vidas de estas mujeres. Así, a través de la simple observación de sus vidas, nos hace partícipes sin pirotecnia emocional o actuaciones estridentes de la evolución y el crecimiento de sus personajes. El director hace constantemente énfasis visual o incluso situacional (como cuando se miden todas en el marco de su puerta), al mismo tiempo que nos pone de frente al día a día de sus personajes con exquisito y fascinante detalle, aderezado por un excelente trabajo de fotografía por parte de Mikiya Takimoto (cuyo único crédito anterior es Like Father, Like Son, también de Koreeda).
Si hay algo reprochable es quizá la ausencia de un dilema o conflicto más atrapante y divisorio. Aunque Nuestra Pequeña Hermana no deja de resultar un deleite, carece de un tema que pueda provocar algo más que ternura en el público (“funciona mejor si eres hermana”, me sugirió una amiga), contrastando enormemente con su trabajo anterior Like Father, Like Son.
Nuestra Pequeña Hermana no es el mejor esfuerzo del director (para eso siguen sobresaliendo Still Walking o Nobody Knows) pero tampoco se trata de un trabajo menor. Koreeda, quien ya suma más de 20 años de carrera, demuestra madurez y firmeza en su visión y no dejan de evolucionar, justificando que muchos lo comparen con el legendario Yasujirô Ozu y su particular estilo de retratar lo que en manos de alguien más podría resultar en un fallido ejercicio vacío e inconsistente.
Sí, Koreeda logra un filme entrañable, puntual y de bucólicos resultados en su forma de ilustrar su historia de crecimiento, vida, muerte y familia. Las magistrales actuaciones del joven reparto hacen que cada instante (enmarcado por un diseño de producción impecable y bien cuidado) se sientan como salidos del álbum familiar de cualquiera pero, aún así y con todo eso a su favor, para un público menos paciente o sensible, quizá Nuestra Pequeña Hermana pueda resultar poco atractiva e incluso un meloso ejercicio cuyo resultado final podría no cumplir sus expectativas.