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El Patio de mi casaDiera la impresión que en los últimos años dentro del documental mexicano, uno de los temas predominantes y una de las preocupaciones reales, es el núcleo familiar, pero que este ha servido como pretexto para que una camada de directores se empeñe en vano en convencernos que su tío o su abuela son personas genuinamente entrañables y excepcionales, y que estas cualidades quedarán de manifiesto por el simple hecho de aparecer a cuadro o bien, para intentar exorcizar demonios por algún oscuro capítulo del cual en su casa ya todos desean olvidar.

Empero, siempre existen las excepciones. Carlos Hagerman ha formado su filmografía buscando otras aristas al tema, ya sea para hablar del rompimiento de los lazos filiales-fraternales debido al fenómeno de la migración en distintas latitudes del país (Los Que Se Quedan en co-dirección con Juan Carlos Rulfo), el arraigo mientras se evoca la figura de cierto pescador acapulqueño mitómano que lo mismo cazaba tintoreras que conquistaba top-models estadounidenses (Vuelve a la Vida), o la herencia y la memoria como ocurre en su nueva película El Patio de Mi Casa.

Cierto, el documental se centra en Oscar y Doris, los padres del director, quienes llevan más de treinta años dedicados a prestar sus servicios en zonas rurales del país, él como reconocido arquitecto, ella como psicóloga y educadora. Sin embargo, Hagerman no los retrata de forma romántica, sino que está interesado en preguntarse quiénes serán los que continúen con su legado. Es ahí donde entran Enedino e Isabel, sus sucesores naturales, los cuales provienen de la sierra de Puebla.

“Esto es algo de lo que no me daba cuenta, pero reflexionando, sobre todo después de hacer El Patio de Mi Casa, es un tema que siempre me ha gustado. De mis películas favoritas están Fanny y Alexander de Ingmar Bergman y La Familia de Ettore Scola. Creo que voy a seguir todavía un rato abordándolo, siento que no se me ha agotado esa curiosidad”, comentó en entrevista Carlos Hagerman, a propósito del estreno de la película.

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Cinema Móvil: Tópicos como la vejez, la muerte o la transmisión de conocimientos, ¿fueron surgiendo conforme ibas construyendo la película?

Carlos Hagerman: “Hace veinte años empecé a buscar el material fílmico de la familia porque cuando mis hermanos y yo éramos niños, nuestros abuelos en la noche de Navidad nos hacían presentaciones de películas caseras y a mí me emocionaba muchísimo, yo creo que a partir de ahí soy un nostálgico empedernido que también quiere preservar la historia de su propia familia y he estado filmando a mis hijos desde que nacieron hasta ahora. Así que sabía que quería contar la historia de mis padres pero no sabía cómo ni desde dónde lo iba a hacer.

Y un día me di cuenta que la manera no necesariamente debía de ser a partir del punto de vista del hijo, sino a través de las decisiones que ellos tomaron sobre lo que querían dedicarse en su vida, y entonces sentí que el legado era lo más importante, y fue cuando supe que no iba a narrar solamente la historia de estos dos personajes, sino las historias de Enedino e Isabel que son dos de las muchas personas que entraron y salieron de la vida de mis padres, pero ellos son sus herederos más inmediatos en la arquitectura social y la enseñanza, respectivamente.

También fue una respuesta a la pregunta ‘¿por qué mis padres siguen juntos después de cincuenta años?’ y encontrar no tanto este sentimiento de amor puro que perdura por toda la vida, sino descubrir que tú y tu pareja quieren hacer lo mismo, que te satisface ayudar a hacer proyectos para los demás.»

¿Existió la auto-imposición de una suerte de barrera para que la subjetividad no invadiera el relato?

“Me di cuenta que mientras estaba filmando no había esa barrera. Pero a la hora de editar la película yo era el director que tenía que contar una historia con estos personajes. Entonces ahí fue cuando me ayudó mucho tener una editora y una productora como Martha Sosa, que fueron espejos muy importantes que me ayudaron a ver lo que estaba contando. Ahora viene un momento crucial que es el estreno de la película, mis padres siempre han sido personas que no les gusta ser el centro de atención y de alguna manera yo los he obligado a serlo. Espero que esta tormenta pase para poder recuperar una vida más cotidiana con ellos.»

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Platícame del proceso de montaje, donde caben una secuencia onírica-animada o una serie de elipsis para presentar algún capítulo de la vida de tus padres.

“Hablé mucho de las transiciones con Martha Uc, quien editaba por primera vez un largometraje, pero con la cual ya había trabajado en Los Que Se Quedan y Vuelve a la Vida como asistente de edición y eso fue muy importante para poder lograr esa frescura pasando de una cosa a otra. De cualquier forma fue un proceso extremadamente complicado y largo.

Ahora me da gusto ver la película y de repente toparme con secuencias como aquella del barquito de madera hecho por mi papá flotando en el río y de ahí cómo se corta a un papalote. Me parece que es tan bonito que me hubiera gustado haberlo escrito tal cual. Pero fue un descubrimiento el estar con los ojos abiertos retratando cosas que nos pudieran dar estas transiciones.»

En Los Que se Quedan conocemos a los personajes gracias a la exposición de sus actividades cotidianas. En Vuelve a la Vida es por medio de testimonios. En El Patio de Mi Casa es a partir de las conversaciones que estos sostienen, en algunas ocasiones confesándose, en otras rememorando. ¿Cómo se toma esta decisión narrativa?

El Patio de Mi Casa es una película sobre dos mundos muy diferentes que se encuentran: el de Óscar y Doris que es un mundo profesionista, citadino, de clase media, con el de Enedino e Isabel que es rural, indígena y de bajos recursos. Entonces para mí, era importante como parte de una búsqueda formal que no hubieran entrevistas sino diálogos.

Pero fue muy complejo de filmar porque por supuesto yo no escribía un guión y no podía estar haciendo que se repitiera lo que decían los personajes, entonces tenía que esperar. Por ejemplo, me ponía a un lado a escuchar a mi padre hablando con mi hijo Mateo, y de repente, en el momento que mi padre decía algo que yo sentía que podía estar en la película, tenía que guardar eso en mi cabeza y moverme de lugar ahora viendo a Mateo y esperar a que este tuviera la reacción que pudiera acompañar aquello que ya había visualizado podía funcionar, lo cual dio que conversaciones de una hora y media se tradujeran a conversaciones de quince o veinte segundos.»

Regresas a la zona rural y nuevamente lo haces observando sus claroscuros, como ocurría en Los Que Se Quedan. ¿Qué has descubierto de esa región a través del tiempo?

“Mis hermanos y yo llevamos gran parte de nuestras vidas en contacto con la zona rural, no nos es ajena y hoy me doy cuenta de lo importante que fue para nuestra formación, es decir, resulta muy difícil para la gran mayoría de la gente que vive en una ciudad tener una relación con este otro México.

Entonces si mi película pudiera llegar a ser un puente entre estas dos realidades, si al espectador le diera curiosidad el ir a conocer este otro México, para mí sería muy importante. No voy a decir románticamente que es más bonito, pero sí mucho más sencillo y yo encontré en Enedino e Isabel personas muy generosas con sus propias historias y realmente me conmovieron. Al final de la película, Isabel nos pidió a mí esposa y a mí si podíamos ser padrinos de su hijo, entonces siento que la historia se repite un poco. Por ejemplo, la semana pasada sonó el teléfono y era Maricela, uno de los personajes de Los Que se Quedan, quien está viviendo en Los Angeles, simplemente hablaba para saludar y saber cómo estábamos, o sea me da gusto que yo pueda seguir teniendo una relación de amistad con los personajes de mis películas.»