El cine es una labor tumultuaria y artesanal. Por más sencilla que resulte una película, un ejército de personas detrás y frente a las cámaras deben participar para que esta funcione. Aunque es verdad que con los años la tecnología ha logrado reducir costos y tiempos en su realización, se sigue sintiendo lejano el día que el factor humano se convierta prescindible en el proceso.
Los hermanos Coen han vivido en carne propia muchos de estos cambios mencionados, por lo que resulta natural su inquietud por plasmarlos en pantalla. Hace 25 años, con Barton Fink, Joel y Ethan Coen ya habían reflejado con éxito las dificultades de un guionista teatral lidiando con la difícil y engorrosa transición al cine de serie B en el Hollywood de los cuarenta; aunque el vistazo de aquella ocasión poco mostró del proceso posterior a la escritura del guion, reduciendo su comentario al trabajo de su personaje titular frente a una máquina de escribir en una habitación de hotel.
Para su nueva película ¡Salve, César! (Hail, Caesar!), los Coen deciden reflejar el quehacer cinematográfico pero ahora desde la mirada de un fixer (una especie de gerente de producción) interpretado por Josh Brolin e inspirado en un personaje real (E.J. Mannix) que durante años se encargó de ocultar cualquier escándalo que pusiera en riesgo las producciones de la MGM en la época dorada del cine. La misión de Mannix en esta anécdota ficticia de su vida – aquí el personaje trabaja para Capitol Pictures, el estudio inventado por los Coen en Barton Fink -, es devolver a un recién secuestrado Baird Whitlock (George Clooney) al set donde se encuentra filmando el equivalente a películas como Ben-Hur o El Manto Sagrado, sobre la vida de Jesucristo.
La premisa es aparentemente sencilla pero sirve para analizar de paso la percepción de la época respecto a la religión (estudios liderados por judíos pero haciendo películas católicas) o la política en un ambiente de posguerra, donde el Macartismo convirtió a los cineastas en presas de una persecución anti comunista descarnada.
Pero los hermanos Coen, no importando las complicaciones que el abordaje de dichos temas pueda representar, son maestros de la comedia. De esta forma, y con un elenco multi estelar, los Coen nos llevan junto con Mannix en un tour por todos los sets de filmación, donde como si de un catálogo de géneros cinematográficos se tratara, visitamos el detrás de cámaras de un sinfín de producciones que – a manera de homenaje hacia las grandes películas de la época) -, nos permite conocer los diferentes cargos desempeñados en ellas, así como a las particulares personalidades que figuraban en el mundo del cine.
Un musical con ballet acuático como los de Esther Williams, aquí canalizada por Scarlett Johansson como una fumadora valemadres; un western con un actor inexpresivo pero que brilla en la pantalla (con Alden Ehrenreich robándose cada escena como Hobie Doyle) y la necedad del estudio por emparentarlo con la exótica belleza latina de Carlota Valdez (Veronica Osorio en una re interpretación de Carmen Miranda); Channing Tatum como Burt Gurney, una especie de Gene Kelly en un musical de marineros con tintes homoeróticos; o el mismo Clooney como Baird Whitlock, reminiscente de estrellas como Charlton Heston o Robert Taylor. A estos nombres se suman los de Ralph Fiennes como el ególatra e intolerante director Laurence Laurentz, basado en Vincent Minnelli, así como Frances McDormand, Jonah Hill, Christopher Lambert y hasta un cameo casi imperceptible de Dolph Lungdren para hacer de ¡Salve, César! una delicia cómica que nos recuerda a otros trabajos de los Coen como ¿Dónde estás hermano? o la ya mencionada Barton Fink. Imperdible.
En Cartelera: Viernes 22 Abril 2016: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional.