En sus dos trabajos anteriores como directora, la también actriz Maïwenn exploró la miseria humana desde dos microcosmos particulares. En Le Bal des Actrices (2009), el mundo de las actrices y el constante acoso de sus agentes, directores o productores le sirvió para introducirse a un apartado social en el que sus protagonistas (todos y todas) confunden la necesidad de atención con falta de amor, poniendo en riesgo constante su estabilidad emocional; para su pasada Polisse (2011), Maïwenn aprovechó el acercamiento de una fotógrafa a la unidad de protección juvenil de la policía parisina para, a través de viñetas hiper realistas, atravesar sin piedad temas como el abuso infantil, el abandono o el maltrato.
En Amor Mío (Mon Roi), Maïwenn no afloja y regresa a los temas escabrosos, aunque su acercamiento aquí es más cercano a situaciones que nos conciernen a todos y con las que estamos familiarizados. Nuevamente desde un micro cosmos conocido como lo son las relaciones románticas (esas tan aisladas de lo que les rodea que se convierten en una unidad), la directora se adentra en el desarrollo de un romance, desde su idílica concepción hasta su inevitable destrucción.
Tony (Emmanuelle Bercot) tiene un accidente mientras esquía sola, obligándola a permanecer en una clínica de rehabilitación durante varios días donde, a manera de flashbacks, recuerda los eventos que construyeron su relación con Georgio Milevski (Vincent Cassel), un empresario restaurantero en París con el que tiene un inesperado y apasionado encuentro después de una noche de copas y baile. Para Tony, Georgio es el hombre ideal y él (a pesar de su pasado sexual con súper modelos) parece pensar lo mismo de ella. Ambos se enamoran contra todo pronóstico y aún con la constante disuasión del hermano menor de ella (Louis Garrel con un timing inusual para la comedia), su pasional atracción se eleva hacia una destructiva e imparable espiral de celos, discusiones, y crueles juegos mentales que lentamente van minando el glaseado que inicialmente endulzó su trastornada relación.
Amor Mío es de excelente factura y las actuaciones de Bercot y Cassel están entre las mejores de sus respectivas carreras. Por su parte, Maïwenn se sigue afianzando como un innegable talento, principalmente para la dirección actoral, aunque también demasiado obsesionada con el drama exacerbado. Sus personajes siempre son víctimas de su sadismo creativo, mismo en el que eventualmente se siente demasiado involucrada la vida personal de la autora, proyectando sentimientos y situaciones cercanas a ella para ser abordados con la debida objetividad.