El tema de la Segunda Guerra Mundial se ha explotado infinidad de veces en el séptimo arte, seguramente todas las aristas y puntos de vista de este conflicto ya han tenido su representación en pantalla, por eso es una buena noticia cuando llega una cinta que intenta mostrar otra cara y otro momento a los ya típicos. En el caso de La conspiración del silencio (Labyrinth of Lies), se cuentan las consecuencias jurídicas de lo sucedido en un campo de concentración de Auschwitz.
Es interesante ver esta historia que demuestra que un pueblo que olvida sus errores está condenado a repetirlos, la trama ahonda en el sentir de un grupo de personajes que decidieron hacer justicia tras los atroces crímenes que se cometieron durante la Segunda Guerra Mundial en los campos de concentración, centrando su caza en la del infame Doctor Joseph Mengele, el cual huyo a Sudamérica y evadió a la justicia alemana de manera indignante.
El joven y ambicioso fiscal Johann Radmann (Alexander Fehling) se interesa en llevar el caso de los criminales nazis que realizaron actos atroces durante los años de la gran guerra, a pesar de que ninguno de sus compañeros, ni de sus superiores, parecen querer que el caso prospere. Durante su investigación, el personaje descubre cómo importantes instituciones alemanas y algunos miembros del gobierno están involucrados en una conspiración cuyo fin es encubrir los crímenes de todos estos nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
El título nos dice todo acerca de la trama -bravo una vez más a esos traductores que nos han entregado joyas de títulos en español como el de Un final inesperado y que esta vez lo hacen de nuevo-, pero obviando su título, tenemos aquí una potente historia que se sustenta sola debido a su importancia histórica. Desgraciadamente el guión y la dirección a cargo de Giulio Ricciarelli carecen de la fuerza al igual que del impacto que una trama así amerita. Ojo, no estoy diciendo que sea una mala película, al contrario; es una interesante historia que se desarrolla en un ritmo lento pero que nunca deja de producir interés, su puesta en escena es bastante elegante y pulcra. Por momentos parece una producción hollywoodense, siendo esto algo bueno o malo según quién lo mire, pero es obvio que un poco más de garra en la historia nos hubiera entregado un producto perfecto.
Probablemente de lo que más adolece este filme es de tensión, pues pasando su primera mitad el relato va perdiendo fuerza, a pesar de que es cuando la historia muestra lo que se ha prometido desde el principio. En esta historia jurídica parecería que toda la emoción es contenida, al igual que su estoico personaje principal, el cual logra cargar la cinta con pericia (por momentos recordando mucho a Armie Hammer que bien podría ser su hermano por el parecido físico), tal vez solo su contraparte femenina, Friederike Becht, se nota fuera de lugar y es que esa sub trama romántica poco o nada aportan al conjunto.
En conclusión, estamos ante una película europea que nos muestra otro rostro del conocido conflicto bélico de mitad del siglo pasado, uno que se centra en las consecuencias y la persecución de la justicia, y, sobre todo, representa un autoexamen de conciencia de un pueblo que comprendió y se arrepintió de las barbaridades cometidas en ese conciso momento de la historia. No es una gran cinta, pero sin duda tiene su valía por el tema que aborda, con un poco más de valor en el guión y sin ser tan pasiva, hubiéramos tenido como resultado una joya.