Una mujer se mira en el espejo, insegura y de hombros encogidos, enfundada en un saco que para los estándares bien podría ser visto como demasiado masculino para su figura. Detrás de ella, analítico, podemos ver al diseñador Yves Saint Laurent (Gaspard Ulliel) operar en silencio hasta tomar una decisión. Un collar y un cinturón “para darle más brillo” al conjunto es la indicación y de inmediato, como si de un acto de magia se tratara, el semblante y la postura de la mujer se transforman, exudando clase y sensualidad de inmediato.
Se trata de la colección Le Smoking, que en 1966 cambió los estatutos de la moda, introduciendo el power suit como una prenda pret-a-porter de uso diario en las mujeres, que para entonces no solían usar saco y pantalón. Con esta colección, Saint Laurent no sólo revolucionó la forma de vestir, sino que de paso empoderó la figura femenina, al mismo tiempo que introdujo al mundo el look andrógino, tan común hoy día en las campañas de moda y publicidad alrededor del mundo.
Esta capacidad de cambio a través de la moda como forma de arte parece ser uno de los principales intereses detrás de Saint Laurent, la nueva biopic sobre el diseñador francés (la segunda al hilo, después Yves Saint Laurent de Jalil Lespert). En esta nueva aproximación, los detalles personales del ícono de la moda son tan importantes como en la anterior (su homosexualidad y el tormentoso romance con Pierre Bergé) sin embargo, el interés antropológico que despierta su obra a la distancia (aunque no por eso con menos vigencia) es un elemento que refresca y dignifica el homenaje aquí hecho a su obra y la influencia de esta.
Dirigida por Bertrand Bonello (L’Apollonide, 2011) y protagonizada por Gaspard Ulliel (a quien se le unen Léa Seydoux, Louis Garrel y Jérémie Renier como Bergé) esta nueva versión de la vida del diseñador, que convirtió la moda en un artículo de uso diario sin sacrificar la alta costura, logra con creces mostrar cómo el mundo que habitó se vio transformado por su visión, aunque termina fallando en ampliar el espectro de sus innovaciones en la vida cotidiana al ignorar aquella sociedad ajena a su círculo, la verdadera causante de su éxito y popularidad.
Igual de dispares resultan las actuaciones de su estelar elenco, de entre los que destaca Ulliel como el diseñador titular, cuya fracturada vida personal es tangible gracias a su casi silente y contenida interpretación. Lamentablemente es Garrel el eslabón más débil, quien en un exagerado tono como Jacques de Bascher, el vaporoso amante de Saint Laurent, se nota sobre actuado y en constante esfuerzo por derrochar una sensualidad y atracción por su contraparte que nunca se sienten auténticas (caso totalmente contrario a su magnífico trabajo en la recién estrenada Amor Mío).
Han pasado 50 años del ya mencionado lanzamiento de Le Smoking y los paradigmas rotos por Yves Saint Laurent siguen vigentes como un testimonio de que los verdaderos diseñadores son artistas capaces de cambiar el mundo (aunque sea de la superficialidad hacia el fondo), así como de la atemporalidad del estilo que rebasa las modas. De reflejar eso y su importancia en la evolución de la sociedad, por lo menos, Saint Laurent de Bonello puede presumirse exitosa.