La adolescencia nunca dejará de ser una etapa conflictiva que no distingue privilegios pero que, eso sí, puede complicarse aún más dependiendo de los factores particulares en juego. No es lo mismo experimentar el primer amor cuando este es imposible o ser víctima del acoso cuando viene aderezado de una historia de conflictos raciales. Para Ayoub (Ayoub Elasri) estos y más problemas son canasta básica en su día a día, en la decadente e insípida periferia de Ámsterdam.
Príncipe (Prince) es el primer largometraje de Sam de Jong (director del sensacional cortometraje Marc Jacobs) y se enfoca en el ya mencionado Ayoub, un chico de ascendencia marroquí que vive con su hermana y su madre en un vecindario de bajos recursos, donde también deambula su padre, ahora un adicto y vagabundo con quien el protagonista eventualmente cruza su camino.
Todos los días, Ayoub trata de calmar su angustia juvenil perdiendo el tiempo en las calles, con su errático y dispar grupo de amigos, soñando con algún día emular las lujosas vidas de sus ídolos, al mismo tiempo que deben esquivar los abusos de otra pandilla menos ingenua y de mayor edad. Pero cuando Ayoub se enamora de la novia de uno de sus miembros, sus dilemas cotidianos empiezan a ser el menor de sus problemas. Ahora, decidido a conquistarla, Ayoub se propone convertirse en el chico más malo del rumbo, a pesar de su escuálida complexión y su frágil nobleza, aunque para ello deba involucrarse con el criminal más temido por sus vecinos y familiares.
Sam de Jong recurre al coming of age para su primer trabajo en gran formato y, aunque con una premisa por demás conocida y visitada sobre la búsqueda de la identidad, taclea problemas sociales pocas veces tratados con tanta jovialidad, aunque sin restarles importancia. Así, a través de la comedia (con un sentido del humor muy seco y específico), explora varios de los problemas que aquejan a la sociedad europea y sus sectores más desvalidos e ignorados; racismo, complejos de clase y aspiraciones nutridas por el capitalismo más voraz son sólo algunas de las realidades sociales a las que hace puntual referencia la historia y el entorno que Príncipe nos presenta, aunque siempre con una aparente ligereza que permite al director comentar sin herir susceptibilidades o ahondar en sesudas reflexiones.
Con una estética reminiscente al trabajo de Nicolas Winding Refn y Wes Anderson por igual, el extraño timing para la comedia de Sam de Jong también permite relacionar su trabajo con el de Jared Hess o la dupla Flight of the Conchords, haciendo de Príncipe una especie de híbrido entre Drive y Napoleon Dynamite que, aunque logra conectar con un amplio abanico de públicos, resulta aún más satisfactorio cuando se poseen sensibilidades compatibles con los títulos o autores recién enunciados.