Entre los cómics de culto que han servido como fuente de inspiración para diversos proyectos televisivos, Preacher (creado por Garth Ennis y Steve Dillon para la línea Vertigo de DC Comics en 1995) ha llamado la atención por el inusual tono ácido con la que es abordada la peculiar historia sobre un predicador y su relación con lo sobrenatural.
Al hablar de su adaptación televisiva, tenemos que destacar la manera tan eficaz, violenta, intrigante y jodidamente divertida con la que se desenvuelve la historia en pantalla, o por lo menos los dos primeros episodios que hemos tenido la oportunidad de ver, con grandes referentes estilísticos y en sus diálogos que hacen la diferencia respecto de otros materiales similares.
Jesse Custer (interpretado por Dominic Cooper, a quien probablemente ubiquen mejor como Howard Stark, el padre de Tony Stark) es un predicador con un turbio pasado que recién se inicia en el pequeño pueblo de Annville, en Texas. Esto coincide con la llegada de un extraño ser del espacio que comienza a poseer a una gran cantidad de predicadores alrededor del mundo para luego deshacerse de ellos. Sin embargo, cuando toca el turno de Custer, éste no tiene el mismo destino que sus colegas, y por el contrario comienza a experimentar un poder que puede cambiar su vida y la de todos.
Aunque el argumento podría entenderse como un material de sci-fi más, la otra mitad del atractivo de Preacher se halla en el universo en el que se desarrolla. Sus escenarios son indiscretamente western; sus villanos son de un carácter inmutable hasta en las más sangrientas o ridículas situaciones, y siempre con un comportamiento propio de un agente encubierto; el humor negro de los protagonistas es exquisito, no siempre en palabras, sino en los hechos, en lo visual; y, en medio de todo, una de las batallas más antiguas de las que se tenga memoria (por el momento, de manera metafórica): la del hombre contra Dios. Es como si una combinación entre Men In Black y Constantine se contara en Texas.
Sin embargo en Preacher no todo es perfección, y la mayor muestra de ello es la extrema desorientación de varios de sus personajes. Si bien en el caso del protagonista y sus más allegados se muestra la intención de contar sus respectivas historias (un ebrio vampiro irlandés de más de 100 años probablemente tenga un gran pasado), los demás personajes se sienten desechables aunque claro, quizá sea muy pronto para hablar de ello de manera contundente. Otra debilidad que hallamos es que no logra permanecer en un género, ya que sus cambios abruptos, si bien son una gran herramienta para el toque satírico que manejan, en ocasiones rompen una armonía muy bien lograda.
A estas alturas bien podríamos estar hartos de los cómics adaptados a series o películas, pero en esta ocasión parece que estamos ante un show al que vale la pena apostarle. Con apenas dos episodios, Preacher tiene el potencial de satisfacer hasta las pupilas más exigentes de los espectadores en busca de nuevas y emocionantes historias, siempre y cuando tengan algo de paciencia. Sólo esperamos que la historia y los personajes no les estallen en las manos a AMC.