Quizá el nombre de Gastón Pavlovich no les resulte en lo absoluto familiar, aunque eso seguramente no permanecerá así por mucho tiempo. Actualmente trabajando en al menos dos proyectos nacionales y dos internacionales, este poco conocido empresario mexicano convertido en productor no goza de una extensa carrera, aunque ya puede jactarse de estar trabajando en las grandes ligas del medio.
Habiendo estado detrás del inesperado éxito de El Estudiante, Pavlovich pronto supo capitalizar la buena recepción de su primera película al grado de, apenas algunos años después y con tan sólo un par de títulos más en su filmografía, encontrarse lanzando Un Holograma para el Rey, lo más nuevo del alemán Tom Tykwer (Corre, Lola, corre), protagonizado por Tom Hanks.
Inspirada en la novela de Dave Eggers, la nueva película de Tykwer regresa a las inquietudes que hicieran de El Estudiante una favorita del público, centrándose en el dilema existencial que la edad le pone enfrente a su protagonista, esta vez un empresario estadounidense contratado por un rey Saudi para desarrollar un holograma.
Con una de las mejores actuaciones de Hanks en mucho tiempo (o al menos desde Capitán Phillips de Paul Greengrass) y uno de los trabajos más decentes de Tykwer después de una mala racha que culminó con la muy fallida Cloud Atlas (que co dirigiera con sus también colegas en la serie Sense 8, las hermanas Wachowski), aunque no necesariamente se trata de uno de sus mejores trabajos (para eso seguimos teniendo la ya mencionada Corre, Lola, corre o la poco conocida La Princesa y El Guerrero).
Platicamos con el cada vez más exitoso productor al finalizar la conferencia de prensa previa al estreno en México de Un Holograma para el Rey sobre esta, su nueva producción, así como su sonadísima reciente colaboración con el legendario Martin Scorsese, a quien se encuentra produciéndole su segunda película al hilo (The Irishman, que pretende reunir a De Niro con Joe Pesci, además de incluir a Al Pacino en el elenco) después de haber rodado en Japón la adaptación cinematográfica de Silence, la aclamada novela de Shuzaku Endo.
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Cinema Móvil: No cabe duda que el trayecto entre El Estudiante y Un Holograma para el Rey ha sido notablemente rápido. ¿Cuáles han sido las diferencias que has percibido entre producir en México y producir a este nivel?
Gastón Pavlovich: «Increíblemente las diferencias son pocas porque los equipos de producción que hay acá son de alto calibre. Si acaso, cuando estoy trabajando en otra parte, el director o el elenco son quienes marcan esas diferencias porque resulta menos común convivir con gente como los Toms (Tykwer y Hanks), pero el día a día se lleva a cabo con similitud de profesionalismo. Ahora, habiendo dicho eso, otra gran diferencia es la magnitud de los proyectos; fuera de México he trabajado en películas verdaderamente grandes, que requieren más gente. En Silence, por ejemplo, el equipo era de más de 400 personas, de más de 30 países. Eso cambia por completo la logística y recursos. Pero ya en el desempeño, la verdad no noto grandes diferencias.»
El Estudiante fue tu primera experiencia como productor pero ahora, viendo esta película que fue filmada en un país donde seguramente no hablabas el idioma, me pregunta qué tan útil ha sido trabajar en México, en proyectos más pequeños y en cierta medida “artesanales”. ¿Crees que esa experiencia te permite salir del país y conectar de una forma más humana con tu equipo, así se trate de uno con el que no compartes referencias y formación cultural?
«Afortunadamente, antes de Un Holograma para el Rey ya había trabajado en otro proyecto que se llama Max Rose y que pronto estrenaremos aquí también. Esa película era más pequeña y me permitió en menor escala aprender cómo desenvolverme en la industria “gringa”. Allá debes lidiar con sindicatos y reglas que muchas veces no existen de este lado. Ya cuando llegué a Un Holograma… traía escuela, aunque no la suficiente, lo cual me obligó a ir aprendiendo mucho sobre la marcha y tomar riesgos fuertes. Pero si algo aprendí de esta experiencia es que hay que tomar esos riesgos. De lo contrario, te estancas. Y me atrevo a presumir que, aunque sí he tomado muchos riesgos, todos me han resultado bien. No pienso dejar de hacerlo porque considero que, para lograr mi objetivo de ser uno de los mejores productores, el factor de riesgo siempre debe estar latente. Hay que estar dispuesto a jugársela.»
Nos platicaste que sigues negociando por conseguir que Joe Pesci acepte unirse a Pacino y De Niro en The Irishman, la segunda película de Scorsese que estás pre produciendo, porque se niega a salir del retiro. Algo similar pasó con Max Rose, porque lograste hacer que Jerry Lewis trabajara después de años de negarse. ¿Consideras necesario tener esta ambición por conseguir lo aparentemente imposible para lograr trabajar con figuras de este calibre?
«Mucha ambición. Pero debe ser una ambición medida. Lo primero es tomar la decisión de ir por ellos, luchar por que ocurra. Pero esa ambición no sirve si no demuestras elementos claros como tu trabajo, tus propuestas y tus ideas. Eso es lo que hace que te ganes el respeto de cualquiera. No se trata nada más de estar convencido de conquistar el mundo y adoptar esa soberbia hollywoodense de que todo lo que hacemos es increíble. Si algo he notado es que los grandes como Tom Hanks, De Niro o Scorsese ya no se compran esas actitudes. Ellos llevan años en esto y lo que buscan es alguien que hable poco, con sencillez pero yendo al grano . Con esta gente tienes que llegar sin querer apantallarlos, porque además es imposible. Estos tipos han lidiado con productores que llegan en aviones privados y a la hora que les da la gana, que los intentan enamorar llevándolos a comer a los mejores lugares. Pero al final se trata de profesionales y, cuando lidias con ellos, tienes que estar a la altura.»
Estás aprovechando el empuje de tu trabajo en el extranjero para eventualmente volver a producir en México, según contaste. ¿Qué características buscas en un proyecto nacional para aventarte a producirlo?
«La historia. A mí me mueven las historias sencillas, sin demasiados adornos o pretensiones. Justo estoy trabajando en dos películas que se llaman Helena y 108 Costuras porque son historias que conectan con mi sensibilidad. Eso es lo primero que me mueve. Ya teniendo la historia empieza la búsqueda del talento que la hará existir, pero nunca perdiendo el foco en la historia que me convenció a animarme.»
Repasando tu trabajo en El Estudiante, Max Rose y Un Holograma para el Rey, noto que son historias enfocadas en temas específicos como la edad y sus dificultades. Pero ahora que me cuentas de 108 Costuras, una historia de beisbol, noto que de nuevo atacas un tema específico como el deporte. ¿Para ti es importante y útil nichar una película para hacer que funcione?
«Como empresario que también soy, por supuesto que los nichos son ventanas de mercado que me interesa y es útil explotar. Muchas veces esos nichos representan oportunidades no exploradas. En el caso de 108 Costuras, me sentí atraído porque no he visto películas deportivas bien logradas en México. Sentí que hacía falta una cuyos temas fueran universales y conmovedores, sobre todo tomando en cuenta que el beisbol es un deporte que yo disfruto mucho desde niño. Y una vez más fue el riesgo el que me atrajo porque cualquiera optaría antes por hacer algo sobre futbol.»
Bueno, pero es que eres norteño…
«Jajajaja… ¡Claro! El beisbol para mí es religión.»
Hace rato hiciste la aclaración de que tú eres un empresario. ¿Qué tanta visión empresarial crees que hace falta en el cine nacional para echarlo a andar? ¿Crees necesario empezar a entender al cine no sólo como un arte sino también como un negocio para hacerlo funcionar económicamente?
«Cualquier productor o director puede hacer una película y hasta obtener buenos resultados en términos de contenido. Ahora, si lo que se quiere es mantenerse en la industria, es obligatorio tener una visión 100% empresarial. La creatividad puede y debe estar ahí, los talentos existen, pero debes planear cómo vas a sostener tus producciones, porque una sola película no te va armar una carrera a la primera. Una película es un gran riesgo y siempre existe la posibilidad de que le vaya muy mal, que pierdas 4 o 5 años de tu vida en ella. El tema es planificar para continuar produciendo con frecuencia y así minimizar el riesgo. Esa es la verdadera gasolina. Porque gente talentosa y creativa siempre ha existido. Lo que falta aquí es gente dispuesta a aventarse y armar un buen plan de negocios. Eso es lo que estoy pretendiendo hacer, darle un rumbo a mi productora pero nunca olvidando que esto es un negocio. En Hollywood, por ejemplo, las productoras tienen concejos de empresarios que miden esos riesgos. Eso es lo que yo busco trasladar para acá.»
¿Entonces cuál crees que sería una solución para que el cine hecho en México no goce de éxito solamente fuera del país y en festivales? ¿Qué falta para que se convierta en un negocio redituable?
«Yo creo que hay un mercado para todo. El cine de autor, el que festivalea, tiene su mercado. Está probado que existe y debe ser apoyado. Pero también creo que los apoyos gubernamentales deben tomar riesgos y apoyar películas más comerciales, con aspiraciones a llegarle a una mayor audiencia. Muchas veces el cine como el que yo hago es discriminado. No es posible que el enterarse de que un mexicano como yo está trabajando con Tom Hanks o Scorsese ahora sea una noticia casi increíble para muchos. Es triste que no se considere posible que algo así esté ocurriendo. Y eso no es lo peor; ahora que vuelvo y traigo dos proyectos pequeñitos mexicanos con los que estoy buscando el EFICINE, parece que haber logrado lo que para muchos es novedad me es contraproducente, pues todos creen que tengo dinero y de inmediato soy hecho a un lado de la carrera para obtener fondos. Su criterio es el de “este güey ya trabajó con Scorsese, ¿para qué le damos esa lana?”. Es lamentable ser hecho a un lado porque considero que debería tener la misma oportunidad.»
¿Estás diciendo que existe un prejuicio por parte de las autoridades encargadas de impulsar el cine hacia tu tipo de trabajo?
«Por supuesto. El otro día lo platicaba con Eugenio Derbez, que ha sido también ninguneado por el tipo de películas que hace. Es un prejuicio muy grande y que nos afecta. Y no estoy diciendo que sea un prejuicio intencional pero creo se debe rectificar porque están dejando pasar la oportunidad de levantar proyectos que verán esa inversión de vuelta. Sólo así se puede consolidar al cine como industria. El mercado es amplio y, así como los fondos llegan al cine de autor, no veo por qué apostarle a un cine más popular sigue haciéndoles ruido.»
Sin duda hasta ahora, como veo tienes muy claro, la mayoría de tus películas son crowd pleasers que buscan que el público salga sintiéndose bien del cine. Tomando eso en cuenta ¿qué riesgos involucró trabajar con Scorsese en Silence, tomando en cuenta su densidad temática y religiosa?
«Como he venido diciéndote, me gustan los riesgos. Obviamente tomé en cuenta que el estilo de Scorsese no siempre es compatible con las grandes audiencias. Entonces analicé los números de sus películas como Wolf of Wall Street o Gangs of New York y noté que su mercado es muy sólido y propio. Y aunque este nuevo proyecto es muy distinto, sin duda es algo que te pega directo en el corazón. Se trata probablemente de su trabajo más sensible y personal desde Hugo. Es un caso interesante en términos de branding porque, aunque es el mismo Scorsese que ha hecho Goodfellas o The Departed, está al servicio de una historia como las que yo sé realizar y comercializar. Se juntó lo mejor de dos mundos. Ya lo verán.»
Suena buenísimo… Además, eso te abrió la puerta para The Irishman. Cuéntame, ¿cuál ha sido el reto más difícil con esta película, además de convencer a Pesci?
«Ha estado cabrón… Apenas vamos empezando y ya se han presentado mil complicaciones. Va a ser una tarea titánica esta película, ya lo estoy previendo. Pero te cuento, la primera complicación fue convencer a Paramount de soltarnos los derechos, porque ellos llevaban años siendo los dueños. De plano tuvieron que ir De Niro y Scorsese a convencerlos de que me los dieran a mí. Marty se encargó de ese cabildeo y eventualmente lo logró. Desde entonces no he parado; ya sea que se trate de armar contratos, empatar agendas o armar el equipo, ha sido mucho trabajo. Ya después fue que logramos cerrar que De Niro y Pacino se comprometieran al proyecto, además de Steven Zaillan como guionista. Fue un verdadero desafío poner de acuerdo a esos cuatro titanes. Y ya te imaginarás la locura que ha sido, porque todos saben bien quiénes son, ponernos en la misma sintonía ha sido difícil. Hemos tenido conversaciones muy largas. Así como te los imaginas o los has visto en sus películas, así es como hablan. De repente yo me sentía en medio de una escenas de Goodfellas, porque así son en la vida real. Pero ahí es donde debes sacar la frialdad de empresario y no dejar que te impongan a la hora de negociar. Al final logré convencer a De Niro de hacer grandes sacrificios para lograr que todos estuvieran al mismo nivel.»
¿Y cuál crees tú que fue el factor que hizo que estos monstruos, así como Tom Tykwer y Tom Hanks se obstinaran en tenerte a ti como su productor? ¿Cuál es el ingrediente que vieron en Gastón Pavlovich para aferrarse a trabajar contigo?
«No me atrevo a hablar de mí pero, lo que me han llegado a comentar ellos mismos es que no me asemejo a los productores con los que han trabajado antes. Yo no los someto a mi agenda ni quiero lucir igual o más que ellos, así como condicionarles varias cosas. Yo llego desde una posición razonable y con propuestas concretas que, si les sirven, se echan a andar. Yo no quiero ser una estrella o tomarme fotos con ellos. Mi acercamiento es muy seco y directo. Yo no los cito para cenar y platicar. Todo lo hacemos en mi oficina y apenas termino la junta los dejo irse. No busco hacerme su amigo o dorarles la píldora. Tengo claro que mi trabajo como productor es que todo marche bien y la película salga. Y aunque hoy día puedo saberme afortunado de visitar a Scorsese en su departamento de Nueva York, todo esto me atrevo a decir que es producto del trabajo que ya me vieron llevar a cabo.»