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En plena efervescencia por los festejos del multipublicitado Bicentenario de la Independencia mexicana, el documentalista Eugenio Polgovsky, quien venía de un exhaustivo trabajo de investigación en diversas zonas agrícolas del país para registrar la cotidianidad de sus habitantes, dando como resultado la película Los Herederos (2008), se internó junto con un reducido crew a las entrañas del Zócalo defeño, esta vez dedicándose a observar cómo en el mismo espacio se pueden conjugar tal cantidad de manifestaciones de conducta tan diferentes entre los habitantes de esta ciudad.

Fanáticos del futbol viendo expectantes en pantallas gigantes el partido inaugural del Mundial de Sudáfrica, marchas y protestas por parte del gremio de electricistas, policías, iconografía patriotera en cada esquina, danzantes que recuperan el espíritu prehispánico vueltos profetas, transeúntes curiosos, ambulantes y más, reunidos en una sóla jornada, caótica, vertiginosa, desquiciante.

A pesar de que ya transcurrieron exactos cuatro años de esta filmación, la película sigue totalmente vigente. No sólo por la resaca provocada por la época mundialista, sino debido a que día a día ese espacio público alberga (para bien y para mal) nuestra idiosincrasia. A diferencia de la sinfonía urbana Calle López (Gerardo Barroso y Lisa Tillinger, 2013), con sus constantes coqueteos al montaje truqueado (la pareja de directores pactando previamente con los personajes para que realicen cierta acción aparentemente casual); Mitote se percibe más sincera, más elocuente, más contundente. Su virtud pues, es que resulta una obra atemporal.


Por Alberto Acuña Navarijo / @loungeymartinis