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arq_keyartHacer películas de viajes en el tiempo es terreno muy resbaladizo. Es necesaria una historia que no tenga huecos argumentales, donde todo encaje y más si se habla de paradojas temporales, algo de lo que carece ARQ (Tony Elliot, 2016), una cinta de ciencia ficción con grandes pretensiones que no alcanzan a cuajar, desde su historia hasta sus actuaciones.

La nueva producción de Netflix cuenta la historia de Renton (Robbie Amell), un aturdido científico que, en un mundo post apocalíptico dominado por la empresa Torus, despierta una mañana en su casa al lado de su otrora acompañante Hannah (Rachael Taylor) para enfrentarse a un repentino secuestro-allanamiento de morada por un grupo de encapuchados. A Renton no le preocupa que el grupo busque dinero, sino que encuentre a ARQ, un dispositivo creado por él para solucionar la crisis energética que afecta al mundo entero.

Después de una serie de altercados que derivan en el asesinato de Renton, éste se percata de que ARQ funciona como una especie de máquina de tiempo, que ha creado un loop (o bucle temporal) provocador de que un periodo de poco más de tres horas se repita una y otra vez, un plazo en el que el científico deberá de crear un plan para deshacerse de sus captores y hallar una manera de aprovechar su invento.

Una de las primeras carencias del filme es su argumento, muy similar al de filmes recientes como 8 Minutos Antes de Morir (Duncan Jones, 2011) y El Filo del Mañana (Doug Liman, 2014), pero que no alcanza a explotarse al mismo nivel. Si hablamos de un lapso que el público verá en pantalla varias veces, se requiere de cierto dinamismo para no hacerlo tedioso, algo que aquí nunca se logra.

La historia, a pesar de sostenerse sobre un esquema ya utilizado, no es mala, e incluso resulta atractiva con cierto esfuerzo; sin embargo, existen varias incoherencias en su desarrollo, cada vez más notorias y desagradables que arruinan la experiencia. A la par, las actuaciones no ayudan en nada, ya que su carácter genérico no le da un dramatismo similar al que Jake Gyllenhaal logró en 8 Minutos Antes de Morir, por citar un ejemplo.

A pesar del ritmo sci fi de acción que se le da a la cinta, en algún momento toda la situación cae en un absurdo, sobre todo por decisiones desde el guion que probablemente se hicieron con las mejores intenciones, intentando ser arriesgados, pero que desafortunadamente no funcionan. Reiteramos: la historia no es mala, e incluso la manera en que se critica el uso de energías no renovables es certera, pero no se presenta de la mejor manera.

En el apartado de producción, la fotografía y diseño de escenarios es la que se puede esperar de toda cinta ubicada en un futuro desalentador, y la música tiene algunos buenos momentos, aunque aislados, que no refuerzan la trama.

A pesar de tener el potencial de ser una gran película, ARQ se queda a medio camino y resulta entretenida, pero no memorable. Actuaciones lánguidas e inverosimilitudes en una historia demasiado familiar para algunos hacen de esta cinta una que nos deja emocionados, o “vestidas y alborotadas” como dirían por ahí.