En cierto momento de la historia del cine, el western fue uno de los géneros cinematográficos más emblemáticos. Con el paso del tiempo el género decayó y cada vez fueron menos las las producciones sobre el viejo oeste; sin embargo, éste fue revitalizado hace algunos años gracias a una reinvención del mismo, que se dio con la llegada del nuevo milenio a partir de títulos como El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (Andrew Dominik, 2007), Petróleo sangriento (Paul Thomas Anderson, 2007), Temple de acero (Joel & Ethan Coen, 2010) y Los ocho más odiados (Quentin Tarantino, 2015), entre otros, a los que ahora se les une Los siete magníficos (2016) con una reinterpretación actualizada de la historia narrada anteriormente en el filme homónimo de los ’60, inspirada a su vez por el clásico Los Siete Samurai de Akira Kurosawa.
Antoine Fuqua es el encargado de contarnos una vez más, pero desde su visión personal, la historia de un pequeño pueblo en el viejo oeste que es amenazado por un villano, acompañado por un buen número de intimidantes asesinos, que se deja llevar sólo por sus propios intereses, entre los que incluye despojar de su hogar a personas honestas con tal de volverse rico. Viendo su complicada situación, y al saber que no recibirán ayuda de nadie, los desesperados habitantes del pueblo se ven obligados a recurrir a un grupo de forajidos para que les ayuden a conservar lo que por derecho es de ellos.
Lo primero que vale la pena destacar sobre la película es el trabajo de su elenco, sobre todo en el caso de sus siete protagonistas y el antagonista principal, ya que todos ofrecen personajes efectivos que cumplen con sus funciones específicas sin dificultades, siguiendo siempre los parámetros del western. Denzel Washington está al mando como un rudo pero honorable oficial de la ley que tiene sus propios motivos para aceptar la misión; Chris Pratt aporta un apropiado toque de comedia; Ethan Hawke es un hombre atormentado por su pasado, al que se le presenta la oportunidad de encontrar la redención; Vincent D’Onofrio es una leyenda que ha matado a muchos hombres y un fiel creyente; Byung-hun Lee es uno de los asesinos más rápidos del mundo; Manuel García-Rulfo es un pistolero mexicano buscado por las autoridades y Martin Sensmeier es un piel roja guiado por los espíritus para cumplir con su destino. Por su parte, Peter Sarsgaard está a la altura de sus siete contrapartes como el despiadado y ambicioso villano.
Además de contar con buenas actuaciones, que tienen como consecuencia directa a personajes bien estructurados, así como una buena dirección, Los siete magníficos cuenta con otros valores cinematográficos que ayudan a su lucimiento, comenzando por una historia perfectamente contada que captura la esencia de los westerns clásicos y que mantiene una conexión con las dos películas en las que se basa. También sobresalen las elaboradas secuencias de acción, con vaqueros montando a caballo y enfrentándose en tiroteos donde el conteo de hombres iguala el de las balas. La música complementa cada escena y retoma parte de la utilizada en el clásico de los ’60 sumándose a un trabajo de fotografía que aprovecha las majestuosas locaciones de Luisiana donde se rodó, complementado por el trabajo del departamento de vestuario, efectivo en la recreación de la época histórica retratada. Por todos estos elementos, Los siete magníficos funciona muy bien como un vehículo de entretenimiento para todos, que idealmente atraerá a las nuevas generaciones al western.