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En Torreón nunca llueve, o al menos eso es lo que nos dicen los organizadores del Festival Nacional del Cine de Torreón (Fenacine Torreón) al tiempo que intento entender cómo por la mañana el asfalto de aquella ciudad hervía mientras que, por la noche, algunos pasos peatonales se cubrían de charcos que se asemejaban a pequeñas lagunas.

Una ambivalencia similar fue la constante en la programación diaria del festival, a modo de un peculiar double feature que parecía estar construido con toda la intención de ablandar al público para luego, ya vulnerable, someterlo a fuertes experiencias cinematográficas.

Un ejemplo de ello fue la consecutiva proyección de Sopladora de Hojas y Luna de Miel, dos filmes que, para quienes tuvimos la oportunidad de verlas una tras otra, significaron un grato contraste emocional (el primero por ser un tranquilizante coming of age, el segundo por ser un intermedio entre el thriller y el torture porn). Sin embargo, a media jornada y recta final del festival, éste optó por presentar algunos platos fuertes que no dejaban respiro alguno.

En lo que probablemente fue la jornada más fuerte del Fenacine Torreón, se exhibió Histeria (Carlos Meléndez, 2016), un dramático thriller que cuenta la historia de Federico Anduaga (Héctor Kotsifakis), un arquitecto que, con un nuevo empleo y un bebé en camino, se debate entre continuar con una bondad que siempre ha sido pisoteada y aprovechada por todos, o adaptarse al odio que pareciera omnipresente entre los habitantes de la urbe.

La cinta cumplió con una función realmente admirable: poner en la mesa el tema del odio, y combatir su satanización presentándolo como una emoción prácticamente cotidiana. Al platicar con su director, la intención es clara tanto en su voz como en pantalla: somos unos animales, y el enojo es una emoción innata que convencionalmente hemos intentado mitigar, pero que sólo puede dosificarse.

Por ello, Histeria se alzó como uno de los filmes más aplaudidos de la jornada, y dio paso a De las Muertas (José Luis Gutiérrez, 2016), otro filme que, con una fuerte historia centrada en una ola de feminicidios y la corrupción detrás de cada caso, desconcierta por sus secuencias (y por la cercanía de una situación tan alarmante), pero narrativamente tiene carencias que merman la efectividad del mensaje, ya que el espectador está más ocupado digiriendo una historia muy laberíntica, en el buen y mal sentido del término.

LO NORMAL ES ABURRIDO

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La lluvia nos sorprendió de una grata manera, pero los residentes de la comarca lagunera insistían en que no era normal. Esto daba pie a un chiste bastante obvio y burdo en que relacionábamos a la lluvia con lo ocurrido en Los Parecidos (Isaac Ezban, 2015), el último éxito de un director que recientemente ha puesto el género de la ciencia ficción en el radar fílmico mexicano, y que gozó de gran aceptación durante su proyección en el festival.

 Esta cinta, que cuenta la historia de un grupo de personas que quedan varadas en una estación la madrugada del 2 de octubre de 1968 debido a una tormenta y repentinamente se comienzan a parecer físicamente, extrañó y fascinó al público de Torreón, y fue en línea con lo visto un par de horas antes en El Alien y yo (Jesús Magaña Vázquez, 2016), una comedia que se centra en un grupo de punk que busca tecladista, y el único de su agrado es Pepe (Paco de la Fuente), un chico con síndrome de Down que les ayuda a alcanzar una ansiada fama, eso sí, tocando tecnoanarcocumbia.

En este filme, con un fuerte mensaje contra la discriminación que desafortunadamente pierde fuerza, se menciona algo que caracteriza a esta parte de la selección del festival: “¿normal? ¡Normal es aburrido!”, algo que cerró el Fenacine Torreón con broche de oro el último día con la proyección de Atroz (Lex Ortega, 2015), que se centra en las andanzas sangrientas de Goyo (interpretado por el mismo director), y que es el filme catalogado como “el más violento de la historia del cine mexicano”, lo que se justifica con la salida de algunos espectadores, pero con una sala que jamás quedó vacía y, por el contrario, llamó la atención de propios y extraños.

Asimismo, en el hermoso Teatro Isauro Martínez (el segundo más bello del país, nos presumen en Torreón) El Tamaño sí Importa (Rafa Lara, 2016) fue la encargada de cerrar el festival. Esta chick flick cuenta la historia de un romance entre Vivi (Ximena Ayala) y su jefe (Vadhir Derbez), quien tras caer en la bancarrota se relaciona con ella. Con una buena calidad para los estándares del género en México y un final que se agradece, la cinta (de una generalidad que no sorprende) encantó a los asistentes,

De esta manera, tras cinco días de filmes de los más variados géneros, talleres de actuación, edición, dirección y funciones muy interactivas entre directores y actores con el público, el Fenacine Torreón llegó a su final, no sin antes prometer una cuarta edición el próximo año.

Un agradecimiento especial a Fernando Santoyo, Faruk Sabag, y a todo el staff del Fenacine Torreón por las atenciones brindadas.

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