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Por Alberto Acuña Navarijo / @LoungeYMartinis

“Todo el cine mexicano se reduce a comedias inocuas y complacientes”. / “En todas las películas mexicanas aparecen irremediablemente los mismos actores”. / “Todas las películas mexicanas son filmadas en colonias de ambiente aspiracional y por eso nadie se puede sentir identificado con estas”. ¿Cuántas veces hemos leído o escuchado alguna de estas frases? Se han propagado hasta convertirse en vulgares factoides. Porque claro, es más fácil repetirlo que reparar un poco en el tema.

Sin embargo, también puede existir en el panorama una tragicomedia inspirada en una anécdota autobiográfica en torno a la búsqueda de un llavero perdido en un parque durante una tarde por parte de tres amigos adolescentes mientras van aplazando asistir a un velorio. Hablamos de Sopladora de Hojas ópera prima de Alejandro Iglesias Mendizábal (tras su celebrado cortometraje Contrafábula de una Niña Disecada -2012- y su metáfora acerca de la inocencia perdida en clave de fantasía macabra).

A propósito que Sopladora de Hojas forma parte de la segunda edición de Talento Emergente, ciclo organizado por Cineteca Nacional dedicado a debuts promisorios, conversamos con el director acerca de la reivindicación de los pequeños conflictos cotidianos, y el buscar reconciliar al cine comercial con el de autor.

-Cinema Móvil: Después de ver la película, me ha ocurrido que al hablar de ella y recomendarla, la pregunta más común sea ‘¿En serio esa es la premisa?’, parece inconcebible. ¿Qué tan complicado es darle forma a una anécdota que de primera impresión parece intrascendente, y cómo lograr venderla?

Alejandro Iglesias Mendizábal: “Yo siempre sentía que no explicaba bien la película, cuando me preguntaban de qué va, les decía ‘Son tres amigos, a uno de ellos se le pierden las llaves en un parque y pasan una tarde buscándolas’, y se me quedaban viendo raro, entonces empecé a transformar un poco la manera en que la contaba para de alguna manera apelar a lo que sentía que de verdad era la película y decía ‘Pasan toda la tarde buscando las llaves…pero bueno, en esa tarde vamos conociendo lo que a cada uno le preocupa, que a uno de ellos dejó la universidad, el otro tiene una relación que no funciona con una novia posesiva y el otro no se le puede acercar a la mujer de la que está enamorado quien es su vecina’, y de alguna forma eso ya empezaba a acercarse a lo que quería transmitir, porque finalmente las llaves es un MacGuffin para hablar de forma lúdica la vida de estos tres personajes y de su estancamiento, por eso ni me importa si encuentran o no las llaves; justo quería jugar con el hecho de que parece que la película va de una cosa, pero en realidad va de otra.

Entonces no fue tan difícil desarrollar la idea porque siempre tuve la sensación de que la película era más profunda que la anécdota misma y escribir el guión con Luis Montalvo quien también es el fotógrafo fue un proceso muy genuino, divertido y natural, donde íbamos colocando y moviendo cada una de las piezas. La idea de la épica en lo cotidiano me era muy atractiva, resolver una historia de caballeros sin armaduras ni grandes batallas pero que ahí estuviera presente ese momento en el que los personajes deben de hacer ese rito de paso, esa transición hacia otro lugar, de ahí la decisión de dividir la película por capítulos. Lo complejo vino después cuando tratamos de vender el proyecto y explicar por qué valía la pena hacer una película acerca de esto, y creo que es el mismo reto de comunicación que vamos a enfrentar ahora para decirle al público por qué es atractivo ver esta historia”.

-Se entiende que cuando los personajes se separan ya ha habido una pequeña transformación, han madurado, han reforzado su amistad, se ha dado un primer indicio de que se atreverán a afrontar su realidad; pero no caes en querer ser aleccionador o en el azote. ¿Cómo equilibraste los cambios tonales de la película?

“Ese cambio tonal siempre estuvo planteado en el guión pero es un gran trabajo el estar tan involucrado con los personajes y saber que a estos les ocurre lo que a todos, que cambiamos la manera en la que somos y cómo nos relacionamos cuando estamos en el espacio público en contraste con el espacio privado. Entonces yo lo que quería es que detrás de la cábula y del juego, sí existiera esa confusión, tampoco es que haya una solemnidad pero si es un asunto un poco más serio y como tal cuando estos personajes están solos su aproximación es así, siempre el tono pasó por el punto de vista de ellos.

Como sabes el tono tiene que ver con la percepción, tanto la que tú le imprimes como contador de historias, como la que obtiene el espectador, entonces aquí lo que intenté fue narrar el funeral, el encuentro con el vagabundo o con la vecina, buscando siempre regresar a la perspectiva de los personajes para que estos me dieran claridad y no se sintiera que yo le estaba imponiendo un tono a la historia”.

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-Un aspecto notable de Sopladora de Hojas es el hecho que a diferencia de varias de sus compañeras generacionales, aquí los adolescentes los sientes cercanos y verosímiles gracias a la manera en la que hablan, sus actitudes, sus dinámicas. ¿Cómo fue el proceso de escribir a esos personajes?

“Esa parte fue muy divertida. Luis Montalvo es fotógrafo, nunca había escrito algo en su vida, mientras que yo escribo mucho, mis cortometrajes los escribí sin colaboración de nadie; pero a la hora de juntarme con Luis descubrí que es un dialoguista brillante y también funcionaba que ambos tenemos este tipo de dinámicas y juegos internos, así nos llevamos, de hecho a la fecha seguimos viviendo juntos después de varios años; entonces nos pasábamos la tardes escribiendo, calcando varias de nuestras pláticas, pero para asegurarnos que el diálogo en verdad funcionara, muchas veces lo replicábamos, viendo si realmente lo decíamos así, si nos comportábamos de esa manera y si sí nos interrumpíamos como estábamos poniendo en el guión que sucedía,  y así tratar de alejarnos de las convenciones del cine y de los personajes que nos parecen ajenos a nuestra realidad.

Pero llegó un punto en el  que tuvimos que parar, estábamos siendo muy obsesivos hasta para saber en dónde iba una pausa. Ya cuando teníamos el dinero e íbamos a filmar le dije a Luis ‘Bueno, aquí acaba nuestro trabajo como guionistas, y ahora tú vas a la fotografía, yo a la dirección’, y en ese momento empecé a trabajar con los tres actores, Francisco Rueda, Fabrizio Santini y Alejandro Guerrero; ahí el guión dejó de ser algo en blanco y negro y ahora sí ‘A ver, dilo tú’ y a partir de ese trabajo también hubo muchísimos cambios”.

-Ese diálogo que tú creías era muy verosímil y espontáneo  finalmente no lo era tanto.

“¡Exacto! Yo decía ‘En mí, el diálogo sonaba natural pero en ti ya no’, por lo que era una búsqueda exhaustiva para encontrar el tono y el ritmo de decirlo, mi energía en su mayoría estuvo enfocada a que ellos tres estuvieran bien, entonces con Luis hablábamos muchos de cómo queríamos que la forma no estorbara en la película, que fuera lo más imperceptible posible, low profile, para que el público se enfocara en los personajes y atestiguara su relación, por eso hay muchas escenas que están filmadas en uno o dos planos que no son ni espectaculares ni grandilocuentes.

En ese sentido el filmar una escena larga de conversación en uno o dos planos es un pedo, porque por ejemplo si en una escena que duraba cuatro minutos, alguien notaba que el ritmo se caía en el minuto tres, íbamos para atrás, por lo que hubo escenas con treinta tomas y Luis me odiaba sobre todo porque había muchas escenas que estaban filmadas con steady cam, y había momentos donde me decía ‘Póntelo y siente lo que pesa’, sí se volvía súper cansado para él, yo le contestaba ‘Sí te entiendo y si quieres nos tomamos un break pero no puedo decir ya si siento que no está listo’. Por ejemplo, tuve la oportunidad de trabajar en televisión y por los tiempos y las dinámicas del medio llega el productor y te dice ‘Ya está en una toma’ y piensas ‘Por eso quedan así los programas’.

Entonces para lograrlo era pensar en cuestiones rítmicas, diciéndoles a los muchachos ‘Este diálogo tenemos que comprimirlo, esta pausa extiéndanla’, pero esto exigió mucho oído para detectar en qué momento la escena no estaba funcionando, se había ido la espontaneidad y ya no les creías. Así que entre los muchachos y yo transformábamos muchos diálogos y resultó muy interesante al grado que hay muchas escenas que quedaron en la película que se hicieron de esta manera”.

-Me supongo entonces que la búsqueda de tus tres actores fue un proceso particular. ¿Por qué ellos terminaron siendo tu opción?

“Busqué en todos lados, no es que me haya puesto una camisa de fuerza y dicho ‘Tienen que ser actores desconocidos’, hice un casting y vi de todo tipo, con o sin experiencia, famosos y no tanto, y en realidad te puedo decir que cuando vi a los tres pensé ‘Son ellos’, por un punto decisivo que era la obvia química que tenían;  pero obviamente no me quería equivocar, era mi primera película y sabía que ésta en particular descansa muchísimo en el trabajo con los actores por lo que seguí trabajando y encontrando otras opciones interesantes. Ahora ya puedo hablar de sus cualidades individuales, cada uno me aportaba algo distinto e importante a la película.

Por ejemplo, Fabrizio Santini no había hecho nada de cine, él proviene del mundo del doblaje porque su familia tiene tradición de trabajar en esa industria, y también del ambiente del stand up; entonces él me daba esa frescura, esa capacidad de improvisación y crear nuevas imágenes mentales. Francisco Rueda por su parte, era el más experimentado porque egresó de Casa Azul y había tenido uno que otro trabajo, el más importante Después de Lucía, de Michel Franco haciendo un personaje totalmente distinto como el bully mayor, entonces él me daba la experiencia en el set, entendía más de cuestiones más técnicas.

Y en el caso de Alejandro Guerrero, él iba egresando del Centro Universitario de Teatro, y es un actor con una gran comprensión de espacio; la forma en la que decidí trabajar y con la que me sentí muy cómodo fue el llegar al parque a las seis de la mañana junto con las cabezas de los departamentos principales y los actores y explorar la situación y a pesar de que Luis y yo ya habíamos diseñado una puesta en escena relativamente clara nunca ensayamos; y ahí Alejandro era como otro director, él era con el que tenía una conversación más profunda sobre el trazo escénico; entonces fue tener a tres colaboradores importantísimos en el set haciendo un proceso súper rico porque para mí como director siempre estaba vivo, nunca trabajaba igual, lo que funcionaba en un día de rodaje al día siguiente ya no”.

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-Otra de las virtudes de la película es que el contexto social en el que se desenvuelven los personajes siempre es presentado de forma implícita. Queda claro que son de clase media o que existe un policía corrupto rondando en el parque pero eso es lo de menos. ¿Ese tipo de aspectos cómo se describían en el guión?

“Para el desarrollo de personajes sí hicimos un trabajo muy profundo para saber quién era cada uno de ellos, pero para mí era muy importante tratar de mantenernos en una línea y alejarnos de la denuncia, y mejor atestiguar el momento dramático en la vida de una persona el cual ante problemas mucho más graves del país parecería insignificante, pero que para esa persona es vital y es igual de loable o de digno hablar de esos conflictos como de los otros, porque si no es casi como si uno dijera ‘Lo que uno siente, por lo que uno vive, o por lo que uno sufre, no vale la pena’. A mí me choca cuando la gente dice ‘Hay niños sufriendo en África’ y vaya, uno puede ser consciente pero cuando se murió tu amigo o cuando no puedes tener una relación con una chica o cuando le estás mintiendo a tus papás desde hace meses, eso se vuelve tu problema más grande y el que va a ocupar tu atención en ese momento y más cuando tienes esa edad.

Por eso nunca fue la intención señalar la corrupción o la desigualdad y hacer un discurso político, si uno se va a poner a hablar de México el cual es demasiado grande, creo que hay que hacerlo también a partir de sus habitantes y sus problemas cotidianos, yo celebro que haya una película sobre la trata de personas como Las Elegidas de David Pablos, me parece increíble y con muchísimas virtudes pero lo que no comparto es que sólo haya unos temas dignos de ser contados y reflexionados; creo que también hay que abordar esos otros conflictos humanos ya que al final por eso puedes identificarte con las historias, porque las emociones son universales más allá de las ideas y de lo que todos los días vivimos en el contexto del país”.

-Diera la sensación que el imaginario colectivo sólo concibe y divide al cine mexicano en dos, comedia romántica o drama violento, aunque sin preocuparse en revisar a fondo en realidad qué se produce y estrena para poder argumentar.

“Siento que la mayoría de los directores estamos atrapados en una zona gris al no pertenecer ni al cine comercial ni al cine de autor y querer hacer un cine inteligente para que resuene en el público. Celebro la diversidad y que todo mundo haga lo que desee hacer, pero para mí una de las cosas que estoy encontrando y que me resulta importante es el reconciliar esos dos mundos,  además hay toda una gama de colores en medio y que son riquísimos y yo creo en trabajar eso.

En la conferencia de prensa de Talento Emergente, un reportero preguntaba ‘Bueno, ¿la Cineteca Nacional ya está buscando más público o por qué hay una selección menos arriesgada?’, Nelson Carro y Alejandro Pelayo respondían ‘No, para nada, hay espacios como la Muestra o el Foro y cada uno tiene su identidad’, y yo comentaba que de repente me topo que me digan ‘Tú cine no es de autor, porque es comedia, es pensado para el público y el final no es oscuro’, y por otro lado cuando quiero intentar ver qué onda con la distribución me dicen ‘Tu película es de autor’;  entonces me quedo en un limbo, porque no soy Derbez y no soy Reygadas, y creo que tiene que ver con el querer categorizar todas las películas, más bien tendría que ver con si la película es disfrutable o no y el hecho de que tengas una propuesta como autor para decir algo importante”.

-Que hablando concretamente de Cineteca Nacional pareciera que esa percepción la tiene muy marcada su público sobre todo el más jóven, y no importa lo que esta haga, con nada se le da gusto. Si se programa Sopladora de Hojas ‘¡Uy, ya parece sucursal del Cinépolis!’; si programa una película como Lucifer ‘¡Uy, que elitistas y snobs!’, si programa una película de corte más populachero ‘¡Uy, que nacos!’, y así sucesivamente.

 “Es que no puedes complacer a todo el mundo, pero creo que el camino sí es por el que va la Cineteca Nacional viendo por la diversidad. Yo sí soy de la idea de tratar de generar un espacio equitativo e inclusivo, que todas las películas mexicanas que no cuentan con la infraestructura y el respaldo de una distribuidora como Videocine o Cinépolis, tengan una posibilidad porque estas encuentran a su público y el hecho de que tú creas que esa película no es buena no significa que para otro no le resuene”.