Todos tienen distintos parámetros para lo que consideran una buena película de humor: algunos optan por el humor blanco, incluso infantil, donde todos se ríen de los bobos personajes; otros optan por algunos temas sugerentes y políticamente incorrectos, eso sí, que estén disfrazados mediante polisemias que hagan reír a niños y adultos… y luego está La Fiesta de las Salchichas (Greg Tiernan & Conrad Vernon, 2016), que no se anda con rodeos y busca que sus espectadores se rían de sus propias crisis y prejuicios, satirizándolos en pantalla y, que si bien para algunas almas blancas resultará en una cinta ofensiva, constituye una de las comedias del año.
Esta cinta narra la historia de Frank (Seth Rogen), una salchicha que desde su aparador en el supermercado Shopwell’s espera a que los dioses (los compradores) le lleven al más allá (fuera de la tienda) junto a su amada Brenda (Kristen Wiig), un pan para hot-dog, para que al fin puedan consumar su amor (o, más bien, satisfacer esas ganas que se traen por todo el tiempo que se han estado viendo desde sus empaques sin poder hacer nada).
El 4 de julio (Día de la Independencia en Estados Unidos) es la fecha definitiva, ya que ningún alimento queda en su aparador. Sin embargo, otros alimentos que han estado en el exterior y han logrado regresar advierten al resto de la farsa que es el bienestar eterno en el más allá, pero sólo Frank se toma en serio estas declaraciones, para lo cual reunirá pruebas con el objetivo de convencer a todo el establecimiento de que hay que luchar para ser libres.
Aunque el argumento suena serio (y bajo cierta lectura, lo es), el modo para contarlo está muy, muy lejos de ir en ese tono. Desde las referencias fálicas en la animación de los alimentos (un pan exageradamente curveado y, el más obvio: la salchicha), hasta el comportamiento de los personajes, reprimidos por la promesa del más allá y, por ende, extremadamente calientes, todo está diseñado para que el público se retuerza de risa en sus butacas.
El mensaje del filme, de la mano de estos elementos, es lo que más vale la pena junto a todo el festival de risas que se desatará en la sala: el retrato de una crisis colectiva, donde la discriminación, el racismo, la xenofobia y la homofobia son satirizados a un punto hilarante, con una sencilla regla: el que se lleva, se aguanta.
De esta manera, si el espectador se ríe de algo, no tiene derecho de ofenderse de otra referencia porque, eso sí, los realizadores fueron muy puntuales en tomar a la mayoría de las razas, preferencias sexuales, devotos religiosos, y satirizarlos en pantalla haciendo un juego visual y de palabras con los alimentos. De ahí que tengamos a una tortilla lesbiana (cuyo doblaje es realizado por Salma Hayek), a un lavash árabe ultra machista y homofóbico, y un largo, largo etcétera de estereotipos de los que el espectador, más allá de sólo reírse, puede mofarse. Ese es un gran acierto.
A ello se suma el gran talento para el doblaje, que sólo por mencionar a algunos, incluye a Jonah Hill, Edward Norton, James Franco, Michael Cera, Paul Rudd, y cuyo trabajo destacamos no por ser celebridades haciendo voz de comestibles, sino porque realmente impregnan de una personalidad única a cada alimento; por ello, en algún momento el filme pareciera una mórbida versión de Toy Story.
Aunque llega un punto donde toda la historia puede parecer un enorme y ridículo sinsentido, La Fiesta de las Salchichas tiene dos enormes aciertos: ser una verdadera comedia, en la que sus creadores optan por hacer que el espectador se burle (en toda la extensión de la palabra) de sus propios prejuicios, y en paralelo ser una sátira con múltiples lecturas para los más clavados (consumismo, ateísmo, religión, la xenofobia y homofobia), que tiene una resolución sumamente disparatada y divertida. No apta para menores de edad y personas con doble moral.