*Contiene spoilers*
La prometedora premier de Westworld (Jonathan Nolan y Lisa Joy Nolan, 2016) dejó un gran guiño hacia el conflicto que seguramente se desarrollará a lo largo de la temporada en este perverso parque temático. Dolores (Evan Rachel Wood) es calificada como una anfitriona “que no podría matar ni a una mosca”, pero la última secuencia del episodio anterior, en el que vemos a una dulce e inmutable Dolores matar a una mosca que husmeaba en su cuello, nos dice todo.
El inicio de este quiebre se explora mejor en Chestnut, un episodio que arroja cierta luz al funcionamiento de Westworld y las intenciones de quienes están detrás, pero también introduce nuevas interrogantes sobre lo que se desarrolla al interior de un mundo que toma un papel clave en la búsqueda interior de sus recién llegados.
Una de las primeras dudas entre el público fue: ¿cómo se entra a Westworld? La respuesta viene de la mano de un par de visitantes que personifican los opuestos de una persona que no sabe hacia dónde va: el primero, y asiduo asistente del lugar, busca ser quien no tiene permitido en el mundo real, mientras que el segundo (tal como lo sintetiza el doctor Robert Ford) se halla en un debate sobre quién puede llegar a ser.
Esto cobra un papel relevante luego de un episodio en el que se deja a los recién llegados parados como unos totales pervertidos con fuertes emociones reprimidas; Westworld puede ser un lugar catártico para sus visitantes (¿y quizá sus anfitriones?) y quizá eso es lo que busca el doctor Ford con sus narrativas, ya que al rechazar nuevas líneas narrativas todo encaja en la reflexión anterior: ¿para qué se buscaría una experiencia que refleje los prejuicios de su creador, cuando se puede tener un lienzo en blanco para explorar posibilidades que no se ofrecen en los límites del mundo real?
Mientras, los problemas cognitivos en los anfitriones (o androides, recordemos) se acentúan y se plantea una especie de epidemia epifánica cuyo origen se halla en el padre de Dolores y la misteriosa foto que halla en su granja; ¿se trata de un accidente? ¿O, tal como ocurriera en Inception (Christopher Nolan, 2010), es una idea sutilmente plantada entre los anfitriones?
Esta última duda cobra fuerza como teoría tomando en cuenta que los actos de The Man in Black (Ed Harris) tienen cada vez mayor coherencia, en cierto sentido. Este personaje pareciera ser la antítesis u opuesto del doctor Ford, aunque sus intenciones aún no son del todo claras: ¿busca hackear a los anfitriones de Westworld? ¿Deshacerse de ellos? ¿Tomar el control del parque?
El laberinto que involucra su búsqueda, y la especie de iglesia enterrada que conlleva la narrativa del doctor Ford, levantan intrigantes sospechas sobre el objetivo de esta serie. Todo viento en popa.