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i-am-the-pretty-thing-that-lives-in-the-house-58622Hace unas semanas escribí sobre una fallida cinta de “terror” (más bien un thriller psicológico bastante aburrido) llamado La Enviada del Mal (Oz Perkins, 2015). El director de ese film es ni más ni menos que el hijo de Anthony Perkins, mejor conocido como Norman Bates en la saga de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). Aquel fue su debut como director, después de llevar una no muy fructífera carrera como actor, en la cual debutó interpretando a Norman Bates de 12 años, en la secuela de la mítica cinta original en 1983.

Para su debut en la silla de director, Perkins tuvo algunos problemas en cuanto a la distribución de su proyecto, ya que ningún estudio grande quiso comprarlo. Fue así que su opera prima se vio únicamente en festivales especializados en terror alrededor del mundo y claro, en México, que suele acoger productos mediocres del género para estrenarlos en cines. Por esto, seguramente Perkins decidió que su segunda película le diera la vuelta a todo ese tortuoso problema de la distribución y se aseguro de ello filmando su nuevo proyecto en una producción original para Netflix.

Así es como nace I Am the Pretty Thing That Lives in the House (2016) que, efectivamente, sigue el mismo tono pausado de su anterior cinta, mejorando un poco el resultado y dejando ver que tal vez tengamos un nuevo autor con voz propia en el gastado género del horror, a pesar de que podría tratarse también de un embustero cuyas pretensiones seguirán exacerbando al público que caiga en sus garras. Finalmente, la decisión dependerá del espectador.

Lily (Ruth Wilson) es una enfermera frágil y melancólica que se asusta demasiado fácil, aspecto que le hará pasar muy malos ratos en la casa de la escritora de novelas de terror retirada: Iris Blum (Paula Prentiss). Lily ha sido contratada para cuidar de la escritora que se encuentra desmejorada y con una clara demencia senil que le hará las cosas más complicadas. En medio de todo eso, la casa en la que habitan puede que tenga algo más en sus entrañas que lo que se ve a simple vista.

El director Oz Perkins busca emular el trabajo de Polanski en El Bebe de Rosemary (1968), incluso de Kubrick en El Resplandor (1980), e intenta construir una cinta de terror psicológico que lleva como principal arma la frágil condición mental de sus protagonistas. Desgraciadamente, y como le ocurriera en su anterior proyecto, el ritmo decae de manera abrupta. Ambas películas contienen buenas bases, ideas y una atmósfera bien conseguida, pero el desarrollo es soporífero hasta decir basta; las imágenes tediosas y los susurros en off que inundan el filme no son suficientes para tener al público interesado todo el metraje.

Al igual que en su anterior trabajo, llega un momento donde se pierde el interés provocado en su primer tercio, un segundo acto que decae alarmantemente y que, para cuando llega la resolución, el aburrimiento ya sobrepasó al espectador. A diferencia de su película anterior, aquí el giro final se deja ver desde lejos y no sorprende a nadie, pero aun así este nuevo intento muestra mejorías.

Por otro lado, aquí se confirma que Perkins sabe trabajar muy bien con mujeres y su voz como artista está muy ligada a historias abiertamente femeninas. Si ya en su trabajo anterior había llamado la atención bajo sus ordenes la joven Kiernan Shipka, en esta nueva entrega logra que brille la guapa Ruth Wilson, quien gracias a la serie The Affair me parece una de las mejores actrices de su edad y aquí brinda una cátedra de contención, salvando por completo los momentos más aburridos gracias a su estoica presencia.