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¿Qué pasa si se mezcla Gattaca (Andrew Niccol, 1997), el segundo episodio de la primera temporada de Black Mirror llamado Fifteen Million Merits y la clásica historia de amor prohibido Romeo y Julieta? En teoría, el resultado de esta mezcla tendría que ser un interesante relato de ciencia ficción ¿no? Los ingredientes son muy buenos pero desgraciadamente Almas Gemelas (Drake Doremus, 2015) los desperdicia en un film aburrido e insípido.

En un futuro utópico la sociedad vive en paz y con armonía. Todo es pulcro y la vida se desarrolla con impresionante orden y tranquilidad. ¿La razón? Todos los seres humanos han sido privados de emociones, por lo que no se conoce la ira, la alegría y, por consecuencia, el amor. En pocas palabras, todos lucen como robots sin alma.

Silas (Nicholas Hoult) es un ilustrador que trabaja en conjunto con Nia (Kristen Stewart). Ambos padecen de la única enfermedad que aqueja a ese futuro utópico; la de recuperar las emociones, aspecto que es motivo de casi la muerte según esa sociedad. Es por eso que ambos intentan huir para continuar ese brote de amor entre ellos.

La principal arma de este proyecto es la actriz Kristen Stewart, quien después de protagonizar la saga de Crepúsculo, intentó desmarcarse de su estatus de actriz comercial haciendo algunas cintas más propositivas. Es seguro con eso en mente que aceptó esta versión más “profunda” de un romance prohibido aunque, para su desgracia, el resultado no deja de ser una visión más pretenciosa de lo que ya hizo en la dudosa saga mencionada. Aquí ni el apoyo de solventes actores como Guy Pearce o Jacki Weaver salvan del tedio a esta historia.

Aun así, ella entrega una actuación eficiente, tal vez marcada por la buena tendencia de proyectos anteriores donde ha demostrado su talento como Camp X-Ray (Peter Satler, 2014), Las Nubes de María (Olivier Assayas, 2014) y recientemente Café Society (Woody Allen, 2016), aunque también se le puede achacar que su característica falta de expresividad aquí le queda como anillo al dedo. Aquí el principal problema es su compañero de reparto Nicholas Hoult quien, a pesar de su buen desempeño, nunca logra encontrar química entre ambos, restando convicción a su romance.

En el plano visual tenemos una cinta interesante; pulcra y elegante, pero después de media hora de metraje la imagen se siente fría y distante, en gran medida por un guion tan ausente de alma como sus protagonistas. Lo parsimonioso de la historia adquiere un grado insufrible, manteniendo al espectador esperando algo más, una evolución en la historia, o simplemente que sucedan cosas. Además, tocando el tema de las emociones, es imperdonable que haya poco de eso en el relato.

El director Drake Doremus, quien tiene en su haber las más solventes cintas independientes Breathe In (2013) y  Like Crazy (2011), tiene entre manos una metáfora interesante. La idea principal del film es inmejorable; un mundo sin sentimientos ni emociones, así como lo bueno y lo malo que ocurre ante esta posibilidad. Desgraciadamente sus intenciones y las ideas de la historia son superiores a la ejecución, desperdiciando así una excelente premisa.