Una empleada de seguridad en un museo comienza a sentir una pulsión erótica por el mobiliario urbano. Un grupo de amigos y conocidos son inoculados por un virus, el cual provoca que se digan comentarios inoportunos y en apariencia incoherentes. Un agente de bienes raíces descubre no conocer del todo a su padre y empieza a espiarlo hasta llegar a una revelación de carácter religioso. Son tres historias cotidianas que ocurren en Madrid, según Esa Sensación, ejemplo reciente de aquel cine español propositivo y radical que vive en las zonas limítrofes de la industria, dirigido en conjunto por Juan Cavestany, Pablo Hernando y Julián Génisson.
A propósito de la reciente visita de este último en el marco del Festival Márgenes donde presentó la película en diversos foros del circuito alternativo de la ciudad; nos reunimos con uno de los integrantes del colectivo audiovisual Canódromo Abandonado en una pequeña cafetería de la colonia Roma, para hablar de las convenciones sociales que aborda la cinta, el sentido del humor que se practica hoy día, y el papel que juegan las redes sociales en la promoción de su trabajo.
-Cinema Móvil: ¿Cuál es el origen de Esa Sensación?
Julián Génisson: “El origen es una especie de broma. Juan Cavestany y yo estábamos hace dos años en una obra de teatro que se llamaba Tres en Coma, sobre una persona que se encuentra en coma y a través del monitor de signos vitales iba contando chistes en clave Morse, así se descubría que era un monologuista fabuloso y se convertía en una estrella. Era una forma de reflexionar acerca del tipo de humor que se hace y hacia a dónde nos gustaría que se dirigiera porque se comenzaba contando chistes muy chabacanos y terminaba transformándose en una cosa existencial, una suerte de poesía post-mortem. En esta obra participaban Lorena Iglesias quien es la protagonista de la película, Aaron Rux quien es el compositor de la banda sonora, Juan la dirigía y yo actuaba interpretando a un cura pero nunca había hecho teatro, entonces me costaba meterme en el personaje, y un día le pregunté a Juan ‘¿Me lo estoy pasando bien?’ y a él le gustó la idea de alguien que hace ese tipo de pregunta, y de ahí surge el germen de escribir una historia donde apareciera en algún momento esta pregunta, y nos propuso a Pablo Hernando y a mí que si se nos ocurría algo, podíamos hacer una película entre los tres, ya que llevábamos tiempo conociéndonos y nuestro sentido del humor es afín.
Luego Pablo nos enseñó un documental que se llama Casada con la Torre Eiffel el cual trata sobre mujeres que se enamoran de grandes estructuras de la ciudad y en este había imágenes muy poderosas de mujeres intentando abarcar estas construcciones con un abrazo, era patético y al mismo tiempo muy bello, y Juan le dijo a Pablo que debería de hacer una historia sobre ese tema. Entonces, ya se tenían dos segmentos y quedaba encontrar mi historia, y como en la obra de teatro me había comprado un traje para mi personaje, pensé en escribir algo que incluyera curas. Así surgió la película”.
-¿Y cómo fue la dinámica al dirigir entre tres personas? ¿Cada uno filmó su segmento de forma independiente y en el montaje fueron descubriendo de qué manera se complementaban o filmaron estando siempre conscientes de lo que estaba haciendo el otro?
“Fue un poco de los dos porque antes de filmar sabíamos que la película no iban a ser tres cortometrajes uno tras otro como Historias de Nueva York y si bien no teníamos una idea muy clara hacia dónde iba a ir, había una intuición que se terminaría teniendo un tono común así que queríamos que los segmentos estuvieran entrelazados. Además, aquello de que el espectador vaya a ver un largometraje pero en realidad sean cortometrajes pegados es una estafa. Entonces teníamos un documento con una serie de escaletas con descripciones para saber qué estaba haciendo cada uno, pero los tres éramos totalmente libres.
Aparte, en la filmación nos ayudábamos mutuamente, por ejemplo Lorena y yo fuimos sonidistas en el segmento de Juan o en mi segmento, Pablo fue quien hizo fotografía porque yo me rompí la mano justo antes de empezar. Ya en la etapa del montaje con Raúl de Torres, quien ya había trabajado con Juan en otros proyectos, cada uno editó por separado y después comenzamos a experimentar en conjunto el orden de la secuencias y ver cómo iba funcionando.
Y ahí nos dimos cuenta de que a pesar de que en ningún momento nos pusimos de acuerdo para que las historias evolucionaran de cierta manera, había correspondencias que no esperábamos, imágenes que eran muy parecidas de un segmento a otro, incluso que en todas crees que puedes prever lo que va a pasar y no es así, por ejemplo, en el segmento de Pablo la historia comienza de forma grotesca con esta mujer que se está frotando sobre un parquímetro y termina yendo hacia algo mucho más abstracto con esas imágenes proyectadas en su cuerpo, en el segmento de Juan piensas que será una especie de comedia incómoda acerca de gente que se comporta de una manera inadecuada y va hacia un lado místico con esta mujer que habla con su padre que se está muriendo y le hace una pregunta muy extraña [‘¿Hay alguna palabra que sirva para dar las gracias y pedir perdón a la vez?’] que en realidad tiene más sentido que decir algo adecuado a la situación, porque ¿qué le dices a alguien que se está muriendo? De algún modo las tres historias se van potenciando y se van apoyando; al final las tres se tratan de gente que está perdida, y encuentra una especie de sublimación, una paz momentánea y se dejan de plantear si está bien o mal tener esas sensaciones extrañas, no se resuelve nada, pero la vida es así”.
-Leyendo críticas, una constante fue encontrar adjetivos como “surrealista”, “absurda” o “extraña”, los cuales parecieran que son adjudicados de forma automática a cualquier película que se sale de ciertos moldes. Pero da la impresión que en el fondo quisieron hacer una reflexión no tan rebuscada en torno a las convenciones sociales y las rutinas –con una mujer dedicada a cuidar la maqueta de un museo o un joven sumido en repartir volantes–.
“Aunque si pueden llegar a parecer exageradas o sacadas de sus casillas las situaciones que les pasan a los personajes, una cosa de la que nos dimos cuenta es que en realidad son experiencias muy comunes; por ejemplo, Juan siempre dice que su historia está inspirada en cosas que le han pasado, resulta normal no saber cómo comportarte en una fiesta o qué decir ante una desgracia, hay como un corto circuito en el cerebro y dices lo primero que te sale; en la historia de Pablo creo que también tiene que ver con cosas que nos pasan a todos, como en el momento que la mujer empieza a volver a ver fotografías de su ex novio rockero y si lo piensas cuando te gusta alguien, no es por la totalidad de la persona, te gusta una cosa de esta y es una especie de fetichismo; mientras que en mi segmento, el hijo no sabe cómo reaccionar ante el comportamiento de su padre, aunque lo más normal es ser creyente; tampoco intentábamos hacer una sátira, simplemente fue desarrollar pequeñas anomalías que están en el tejido de la sociedad, son experiencias con las cuales la gente se puede identificar”.
-Inclusive en el caso de la historia de la chica, el hablar del hastío, la soledad, el no poderse relacionar, al inicio vemos como tiene una cita fallida y que resulta hasta incómoda; vamos, el documental en el que está inspirado el relato te demuestra que por más ruido que nos pudiera llegar a hacer esta parafília, no es tan exclusiva.
“Aunque bueno, el documental se trata de casos muy extremos, mujeres con traumas y casos de violación. De primera impresión no se podría generalizar y decir que a todo mundo le excita la Torre Eiffel, pero vas a París y ves a todo mundo tomándole fotos, es una experiencia tan bestia que te aferras a la cosa más reconocible que es una estructura, es lo más universal y también es tu ancla a la realidad, de hecho existe el llamado Síndrome de París que les ocurre mucho a los turistas japoneses que han estado oyendo hablar de París toda su vida, la han idealizado a tal grado que cuando llegan a visitarla tienen mareos o desmayos, también está el Síndrome de Stendhal que es cuando ves una obra de arte tan sublime que se te rompen los esquemas y no sabes qué sentir.
Lo que a nosotros siempre nos gustó era que el detonante en las tres historias eran situaciones que nos parecían graciosas o imágenes que nos parecían bonitas. Pablo siempre dice que lo que quería era enseñar a una mujer chiquitita intentando abrazar una estructura enorme y no puede; a mí me gustaba la imagen del hijo buscando en Google el nombre de su padre y que aparecen muchos resultados de hombres que se llaman igual y se entristece mucho con la idea de que no conoce realmente a la persona que se supone debería conocer. ¿Cómo se comporta la familia de uno cuando uno se está? Nadie sabe”.
-Ahora que mencionas Internet, estos temas de los que habla la película se han extendido a las redes sociales, donde las opiniones se normativizan, se pasteurizan para intentar no herir la susceptibilidad de alguien. ¿Qué opinas al respecto?
“Sí, esta obligación en la que debes de tener una opinión sobre todo y de formar parte de una comunidad pero todo es ficticio. Sí es verdad que se puede pensar que la parte de la chica tiene que ver con este aislamiento contemporáneo, que cada vez es más difícil comunicarse con la gente y todo lo hacemos a través de aparatos, pero tampoco fue algo muy consciente incluirlo, aunque desde luego es algo que nos atañe sobre todo por nuestra forma de trabajar en la que dependemos muchos de las redes sociales porque obviamente no pasamos por canales de difusión convencional, debemos de auto promocionarnos y eso nos obliga a crearnos alter egos virtuales, lo cual es muy extraño, el tener que estar vendiéndote como si fueras una empresa, crear una imagen falsa de ti mismo e imaginarte el público hacia el que te diriges; por eso es muy bonito ir llevando la película a sitios, comentarla con la gente real y conocer sus reacciones”.
-En el caso de tu segmento, ¿cómo fue el trabajo con tu par de actores?
“A Miquel Insua quien interpreta al padre, lo conocía por Lorena Iglesias ya que habían trabajado juntos en un videoclip para la banda Templeton dirigido por Carlos Vermut, nos volvimos amigos pero nunca habíamos trabajado juntos, entonces desde antes de que la historia estuviera escrita le propuse participar, aceptó enseguida y se implicó mucho, es un actor muy metódico y juntos vimos de qué manera podía expresar esa nueva espiritualidad del personaje a través de gestos y detalles, además estuvimos yendo a misa varias veces, habló con curas, me ayudó a encontrar la iglesia donde filmamos, y fue un trabajo de bastante introspección.
Por su parte, Vito Sanz quien interpreta al hijo, es un actor increíble, enseguida pilló el punto y en realidad no tuvimos que estar probando cosas, prácticamente las escenas salían a la primera, y fue una suerte porque no podíamos quedarnos mucho tiempo en las locaciones, ya que todo fue a través de favores, o de manera medio ilegal, además de que filmamos en verano y el calor era infernal”.
-Mencionabas la importancia de relacionarte con tu propia película y viajar con ella para conocer de primera fuente las reacciones del público. Recuerdo que hace tres años cuando Elías León Siminiani y Jonás Trueba vinieron a presentar Mapa y Los Ilusos respectivamente, comentaban algo similar. Los de ustedes, ¿son casos aislados? ¿Cuál es el estado actual de la escena independiente de tu país?
“Si, Jonás Trueba hace mucho eso de viajar con sus películas, me parece algo muy militante, ‘Ellos no me quieren, pues entonces yo voy a ellos’. Creo que es importante que tú viajes con tu película para encararte con el público, es una mezcla, por un lado lo más virtual, por el otro lo más concreto que es ir a una proyección en un pueblo con veinte, treinta personas; además creo que ayuda a formar una imagen de persona comprometida, de que no se trata de un capricho, que uno realmente quiere defender su producto e irá a donde haga falta.
Igualmente con la crisis económica ha habido una especie de movimiento de inconformismo, de querer hacer las películas a pesar de todo y contra todos. Esa Sensación no ha tenido una comercialización normal porque es una película pequeña, tiene actores que no son muy conocidos, es un tipo de propuesta que no es precisamente lo que pide la gente, el hecho de que hoy me encuentre aquí me parece alucinante, pero bueno, queda por construir en España una escena de cine alternativo que sea sustentable.
En nuestro caso, tuvimos la suerte de que a Márgenes les gustó la película y fueron ellos los que nos ayudaron a moverla por festivales, que nos acogieran en Rotterdam sirvió para que mucha gente se fijara en ella, también nos ayudó que en el Festival de Málaga ganamos un premio para que Movistar la distribuyera en televisión, y de igual forma estuvo en salas comerciales aunque no funcionó tan bien, sólo estuvo una semana, ¡o sea que para mí fue increíble! (risas). Todavía es muy complicado ganarse la vida con esto pero hay amigos que empezaron haciendo este tipo de cine muy pequeño y auto financiado como los propios Carlos Vermut y Jonás Trueba, y ahora ya están haciendo cine con presupuesto y cada vez les está yendo mejor, así que todavía hay esperanza”.