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Wentworth Miller es mejor conocido por su papel de Michael Scofield en la serie Prison Break, pero nadie sabe que también es guionista. Su primer trabajo en este rubro representó un excelente debut, pues firmó el guión de Stoker, la primera incursión del maestro coreano Park Chan-wook en el cine de Hollywood, que se convirtió en uno de los mejores y más sugerentes títulos del 2013. Siendo sinceros, la grandeza de ese filme radicaba en la dirección de Chan-wook y las actuaciones de un elenco conformado por Nicole Kidman, Matthew Goode y Mia Wasikowska. El guión precisamente era su punto más flojo, ya que en manos de cualquier otro director seguramente no hubiera tenido el impacto conseguido.

Pues bien, ahora Miller regresa con un segundo guión y, al igual que en el anterior, flaquea con una historia genérica que trata de innovar con algunos giros que no sorprenden a nadie, y que se ciñe a todos los tópicos que marca el género, en este caso el de casas embrujadas. Para su desgracia, ahora no hay un Park Chan-wook que salve la nave con su precisa y calculada dirección. El elenco, aunque cuenta con Kate Beckinsale, también se queda corto en relación al anterior trabajo como guionista del también actor.

Dana (Beckinsale) es una arquitecta que se muda con su esposo David (Mel Raido) y su hijo a una alejada casa de campo. Una vez ahí, ella comienza a escuchar y ver presencias sobrenaturales que parecen estar ligadas a un secreto que presuntamente se esconde en el ático de la casa. Los anteriores habitantes de la casa cometieron un acto atroz que ahora persigue a Dana.

La sinopsis es clara y concisa, no hay más de dónde rascarle. Lo que se percibe al leer la sinopsis es lo que hay y no más; siempre hay un secreto escondido en la nueva casa de los protagonistas, siempre hay un asesinato ocurrido en el lugar que provoca aspectos sobrenaturales, siempre la o el protagonista seguirán malas decisiones que los llevarán a situaciones que hemos visto mil veces como: apariciones repentinas, lugares misteriosos escondidos, alucinaciones y en general todo un catálogo de secuencias que se sienten ya repetitivas en las cintas de casas embrujadas.

Películas como El Conjuro (James Wan, 2013) o La Noche del Demonio (James Wan, 2010) siguen esos mismos preceptos, pero hay algo que eleva a estas, y a otras grandes representantes del género, y eso es la energía, la puesta en escena y unas ganas claras en su realización, aspecto que aquí se convierte en el primer y peor enemigo del filme. En El Ático todo se siente desganado, desde las actuaciones (Beckinsale luce muy guapa pero su trabajo actoral es bastante flojo), la dirección a cargo de D.J. Caruso, quien cuenta en su filmografía con algunos mediocres thrillers que cuando menos resultaron entretenidos como Paranoia (2007), Control Total (2008) y Soy el número cuatro (2011) y hasta la dirección de arte, aspecto que siempre es uno de los mejores cuidados en este tipo de proyectos.

Al final, El Ático es sólo un mal thriller psicológico que por momentos aspira a ser una cinta de terror de casas embrujadas, pero que por su falta de compromiso en todos sus departamentos, así como por un guion flojo y genérico decepciona enormemente, sin que siquiera Kate Beckinsale logre salvarla. Una más a la lista de lo peor del año.