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moonlight-posterEn tiempos donde nuestras diferencias ameritan para algunos la construcción de muros, donde el acoso estudiantil y las juventudes ignoradas por sus padres conllevan tragedias, donde detrás de una fachada (llámese cargo gubernamental o sencillamente el teclado de nuestras computadoras) se esgrimen ofensas sin el cálculo de sus consecuencias y donde no hemos aprendido los principios fundamentales del respeto llega el segundo largometraje del cineasta de Miami, Barry Jenkins quien, desde su anterior trabajo (Medicine for Melancholy, 2008), ha lidiado con dos temas comunes: el aislamiento y el conflicto que nacen de la otredad.

Para este segundo trabajo en gran formato, Jenkins recurre nuevamente a demostrar cómo las relaciones humanas son imprescindibles en la formación personal, para bien o para mal, al mismo tiempo que aprovecha para atacar temas cuya vigencia y permanencia en el terreno del tabú (la homofobia, el racismo y la violencia injustificada) siguen siendo manchas en el testimonio que como especie continuamos dejando de huella histórica.

Chiron es el protagonista, un pequeño afroamericano de 9 años y con inquietudes homosexuales, cuando lo conocemos huyendo del abuso al que sus compañeros de escuela lo someten por considerarlo “diferente”. Víctima de un sentido común inexistente, donde esas “diferencias” siguen siendo acalladas y barridas debajo del tapete de lo socialmente correcto, Chiron es encarnado con una sensibilidad inusual por el excelente y primerizo Alex R. Hibbert en la primera parte de este tríptico, donde a través de tres actos divididos entre las tres etapas más formativas del crecimiento, somos testigos de la transformación a la que debe recurrir aquel que se siente ajeno, aún cuando ésta no necesariamente provenga de la convicción.

Para esta primera etapa, Chiron (o ‘Little’, como suelen llamarlo) encuentra la luz en el túnel gracias a la aparición de Juan (Mahershala Ali, soberbio), quien tras rescatarlo de una situación de bullying se convierte en la figura de autoridad y aspiracional que su hasta entonces breve existencia necesita. Pero el director entiende que la vida es de claroscuros y sus personajes deben pagar la cuota de ser humanos: ser fallidos. Como consecuencia, Chiron aprende y aprehende de relaciones como estas a obtener lo necesario para hacer de él un individuo y, esperanzadoramente, tener una identidad, aunque esta corresponda a una que muchos otros descalifican.

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Bajo esa lógica, Jenkins nos lleva por los otros dos segmentos de Luz de Luna: Historia de una Vida, donde explora la evolución de su personaje a través de la adolescencia (con el joven actor Ashton Sanders, también impecable), con su respectivo enamoramiento y desencanto, así como posteriormente desde la vida adulta (donde Chiron es encarnado por Trevante Rhodes, quizá el más distante en aspecto, aunque sin dejar de lado la fragilidad del personaje original).

Es de estas dos etapas de las que surgen los conflictos más complejos que debe enfrentar el protagonista, esos conflictos que van más allá de sólo ejemplificar la otredad que siente Chiron como algo proveniente de meras etiquetas, enfrentándolo con las dificultades posteriores a la asunción de una realidad personal con la que él, como muchos, no siempre sabrá lidiar.

Si debemos aplaudir el valor más importante de la película, quizá sea que rebasa la mera curiosidad cuando se trata de su interés por abordar los temas que aborda con entereza, cierta ambigüedad y montones de dignidad. Para ello, la dirección de Jenkins es tan esencial como plausible, no sólo en términos técnicos (evidente principalmente a través de la inspirada dirección de fotografía de James Laxton), sino también en cuanto a su manejo de actores, consiguiendo de tres intérpretes tan disímiles, una capacidad de homogenización en cuanto a la comprensión del complejo personaje que encarnan, con la que consigue que a pesar de sus diferentes edades y aspectos, nunca dejen de exudar la misma esencia desquebrajada de alguien que ha sido víctima de una vida social y familiar fracturada, caracterizada por una madre ausente y con problemas de adicción (Naomie Harris, cumpliendo, aunque quizá la menos entonada de todo el elenco).

Quizá lo único que podríamos reprocharle a este lanzamiento multi nominado al Oscar de Diamond Films México (si es que debiéramos de hacerlo), es el innecesario y sobre explicativo subtítulo que le han puesto para su comercialización en nuestro país. Fuera de eso, sin duda Luz de Luna: Historia de una Vida es uno de los estrenos más importantes y urgentes de visitar en tiempos de rispidez como los que vivimos.