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La primera vez que vi el tráiler de La gran muralla (2017) no pude sino sentirme emocionado al enterarme de que una de las figuras más importantes del cine chino, el director Zhang Yimou, se acercaba una vez más al público internacional gracias a la colaboración de actores estadounidenses. Grande fue mi decepción al encontrarme con una película que ahora vive a la sombra del esfuerzo de este director por crear un sentimiento de orgullo nacionalista que en otras películas conmovió tanto por su belleza y profundidad. Tal afirmación no se basa simplemente en comparar la gloria que Yimou plasmó en piezas como Héroe (2002), La casa de las dagas voladoras (2004) o La maldición de la flor dorada (2006): esta película es objetivamente mediocre.

El argumento podría ofrecer mucho por su simpleza, tan presta a ser explotada, elemento que no logra ser desarrollado satisfactoriamente en pos de un ritmo con demasiada acción y espadazos que nunca logran disfrazar el carente desenvolvimiento de los personajes y sus intenciones.

La historia comienza dándonos una advertencia que prepara al espectador a la fantasía: “La gran muralla china fue construida para evitar todo tipo de amenazas al imperio, unas verídicas y otras que permanecen en la leyenda. Esta película planea mostrarnos uno de los elementos míticos, los tao tei”.

Estos seres aparecen casi al inicio de la película, cuando los mercenarios europeos William Garin (Matt Damon) y Pero Tovar (Pedro Pascal), que buscan traficar con pólvora negra en una exótica China, son asaltados por uno tao tei explorador. Tras pocos minutos en la película, después de dicho asalto, ambos protagonistas se encuentran frente a la Gran Muralla y el ejército de la Orden Sin Nombre, que juró proteger a su nación de la legendaria amenaza.

Los mercenarios son recibidos en calidad de prisioneros debido a la sospecha que la Orden tiene de que se revele a los no iniciados el secreto de la pólvora negra y de los tai tei. No obstante, se sorprenden al descubrir que las habilidades de guerrero de Garin (Damon) le facilitan exterminar a una de estas criaturas sin mucho esfuerzo. Así, Garin y Tovar logran ganarse un lugar en las filas de la Orden mostrando su valor militar, que rebasa las capacidades de dicho ejército. El plan inicial de ambos combatientes consiste en escapar con la ayuda de Ballard (Willem Dafoe), otro extranjero que lleva 25 años en custodia. Todo cambia cuando Garin es persuadido por las acciones de la Comandante Lin Mei (Tian Jing), que le muestra otra vía del guerrero: la entrega disciplinada por el ideal de la nación.

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Y es este mismo argumento el que ha sido explorado desde distintas aproximaciones en varias películas de Yimou. El problema de La gran muralla es que pareciera que sólo es un pretexto para mostrar escenas de muchas acción y un triste CGI. Yimou siempre se ha preocupado por exaltar la base de las virtudes chinas, que son abismalmente diferentes a la base ética de Occidente. Aunado a ello, la expresión de este director en obras pasadas no queda como una lección meramente moralina, sino que las virtudes y los vicios están rodeados de gestos íntimos sobre su cultura, siempre expresados a través de una meticulosa estética visual.

Lamentablemente no es el caso de La gran muralla, que apenas logra construir los pies y cabeza de su historia a base de fragmentos incongruentes en el guión. Mientras que los mercenarios no tienen un trasfondo fuerte de sus intenciones, el ejército de la Orden reduce sus máximas éticas a proposiciones simples que les sirven de objetivo superficial. Y aunque todos los miembros poseen habilidades sobrehumanas (algo que es un elemento claro en la imagen legendaria que Yimou quiere construir de los guerreros de su nación), en este caso sólo sirve como excusa para mostrar escenas bonitas, exageradas y sin un mínimo ápice de compromiso con la verosimilitud. Por otra parte, no estaría de más hacer un estudio histórico para analizar el grado de probabilidad de ver a un español (Pascal) en una época medieval indeterminada de China, haciendo de comic relief, y además enunciando expresiones como «no, amigo» (o «chico», no recuerdo bien) en la película. Los problemas de anacronismo trabajados por este director se ven en su otra película internacional (Las flores de la guerra), aunque la diferencia es que en aquel filme esos asuntos se ven opacados por la conmovedora situación en la que China se encontraba en la brutal invasión japonesa del siglo pasado.

¿Y qué decir del único antagonista de la película? El ejército de los tao tei no tiene otro motivo más que ser una legendaria maldición que ahora persigue al imperio chino por mera codicia. Resulta triste ver que hayan desperdiciado la oportunidad de mostrar un símbolo mítico de esta milenaria cultura, cuyas expresiones artísticas tanto han dado de qué hablar a los académicos. En lo personal, como mexicano, no puedo sino sentirme aludido ante la apología de la muralla, cuyo enemigo principal es un agente externo irracional y agresivo que cayó de un meteorito (según esta narrativa) y que por lo tanto es un alien. Creo que sólo falto decir que los tao tei iban a quitarle el trabajo a los nobles campesinos por menos paga. Resulta entonces curioso tomar en cuenta que, aunque Garin y Tovar son «los buenos», también son extranjeros, mercenarios y ladrones. Eso sí, al menos los extraterrestres-cliché-de-videojuego tienen en su cuerpo un signo característico de la cultura, lo único que les queda además del nombre que los refiere con pobreza.

Y de la muralla no hay mucho qué decir, salvo que está ahí como un escenario y nada más, completamente desaprovechada como un personaje que pudiera fortalecer las relaciones entre los demás protagonistas, y que sirviera de elemento concreto para desarrollar la historia.

De todo esto se puede decir que La gran muralla tiene un ritmo ágil, a pesar de sacrificar el ethos de sus personajes y la belleza de sus escenarios. Se trata de una película que mantiene entretenido al espectador, siempre y cuándo no se piense mucho sobre por qué está pasando lo que está pasando, o por qué los personajes hacen lo que hacen. Si bien en anteriores películas el espíritu nacionalista del director estaba bien delineado, el Let’s Make China Great Again de Yimou no funcionó en este intento.

Por Emmanuel Zolotarenko / @EmmaZolotarenko