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Por Juan Tolentino Morales / @JannTM

Luego de dos temporadas con Club de Cuervos, el material original de Netflix en México, aunque con mediano éxito, no logró quedar en la memoria de sus espectadores en la misma proporción que otras producciones de la plataforma de streaming; quizá por ello la ambición en el lanzamiento de Ingobernable es enorme, queriendo ser para México lo que House of Cards fue en su momento para Estados Unidos, por ejemplo. ¿Esto se logró?

A lo largo de 15 episodios, la serie le sigue el paso a Emilia Urquiza (Kate del Castillo), una recia primera dama que busca divorciarse de su esposo, el presidente de México Diego Nava (Erik Hayser). Este altercado sólo será el pretexto para que se orqueste un gran montaje donde Emilia pasa de sonreír junto al presidente a huir de prácticamente cada figura policial del país, por lo que deberá buscar limpiar su nombre para reunirse con sus hijos María (Alicia Jaziz) y Emiliano (Alessio Valentini), además de su padre Don Tomás Urquiza (Fernando Luján).

Uno de los puntos que destacan en primera instancia son las referencias a la actualidad mexicana, desde la semejanza física de Diego con el presidente Enrique Peña Nieto, el papel de Kate del Castillo en el caso de ‘El Chapo’ y hasta los supuestos problemas entre la pareja presidencial mexicana, que en la realidad quisieron ser expuestos en un par de videos en YouTube. Sin embargo, paulatinamente estos símiles fungen como motor de empatía, más que pretender ser una sátira que queda en parodia (como fue el caso de la película La Dictadura Perfecta), debido en gran parte a la inteligente elección de histriones, algunos ya conocidos, a los que se suma una que otra sorpresa local como uno de los aciertos más representativos.

Los personajes en Ingobernable están bien construidos, con una esencia que además el espectador mexicano puede ir alimentando con base en experiencias cercanas. Éstos sorprenden y seducen al espectador, tienen un trasfondo complejo, y personifican algunas de las inquietudes que se tienen sobre determinados roles, como el de la primera dama en un país que jamás ha tenido una presidenta; esto cobra mayor relevancia al ver que mujeres como Josefina Vázquez Mota y Margarita Zavala pelean por mandatos estatales y nacionales, ya que la serie pareciera gritar que México merece mujeres en puestos de alto mando, incluyendo los gubernamentales, pero con figuras femeninas que posean independencia y voluntad propias. Así, la serie rompe con más de uno de los roles existentes en la realidad mexicana, como el de la hija del presidente, a pesar de que no está exenta de estereotipos.

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También llama la atención el parecido con House of Cards (más por la turbia red de la política que por cuestiones estilísticas y de realización), y particularmente con Designated Survivor, otra producción de Netflix donde la conspiración juega un papel crucial. Aunque pareciera querer contrastarse esta similitud dotando al escenario de una esencia chilanga, muy local, esto se logra en parte (sobre todo por la importancia que adquiere la Ciudad de México), pero se siente más como una tropicalización de otros eventos, con un sello muy hollywoodense, que incrementa conforme avanza la historia, aunque el eje de la historia es totalmente mexicano.

Por ello, antes de que el espectador se percate, se hallará viendo un material que mantiene una postura muy marcada y clara sobre varios problemas que ha enfrentado el país en su historia reciente. La serie no duda en hacer alusiones muy directas al respecto y a las posibles soluciones, con argumentos que probablemente serán igualmente cuestionados o aclamados.

Habrá un punto para el espectador donde se podrá sentir identificado con la trama, pero también habrá quienes ocasionalmente sientan que están ante una propaganda, particularmente por la postura de dos de los creadores de la serie, Verónica Velasco y Epigmenio Ibarra (una pareja muy activa en temas sociales, y también productores de Ingobernable), quienes no dudan en aprovechar –muy a su manera- el espacio para hacer un comentario que vale la pena rescatar, cuestionar, debatir, pero que convierte a la serie en una propuesta política que en determinado momento se percibe muy personal.

A pesar de ser engañosamente telenovelesca, Ingobernable tiene el potencial, si bien no de ser la nueva House of Cards, sí de convertirse en la serie estandarte de Netflix para el territorio mexicano, para bien o para mal. Entretenida, con un ritmo propio del thriller de acción, y una trama que algunos percibirán gastada, aunque otros sentirán necesaria, esta serie ya empezó a dar mucho de qué hablar y eso seguro incrementará en los próximos días.