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Por Fernando Santoyo Tello / @FdoSantoyoTello

Los dramas familiares en el cine suelen ser muy concisos; o son historias aburridas y manipuladoras, o son tensos dramas ejecutados con pasión. Desgraciadamente, la cinta francesa Búmeran (Francois Favrat, 2015) se encuentra más inclinada a ser una historia aburrida y manipuladora, a pesar de tener un elenco competente y un clímax interesante.

Antoine (Laurent Laffite) tiene más de 40 años, es divorciado y tiene dos hijas. Lleva una excelente relación con su hermana Agathe (Mélanie Laurent) y tiene un trabajo estable, pero algo no lo deja vivir en paz; la misteriosa muerte de su madre hace 30 años nunca ha dejado de rondar en su mente. Este hecho de su pasado lo pondrá al límite cuando comience a hacer mella en su vida personal y laboral, llevándolo al extremo de la obsesión.

El drama y el misterio familiar, una vez que se plantea en la historia, son un sube y baja constante, ya que el director no sabe cómo mantener el pulso durante todo el metraje, es por esta razón que cuesta trabajo entrar en el juego de la trama. Incluso algunas consecuencias de la obsesión del personaje principal son sub tramas que se olvidan de una escena a otra, como la pérdida de su trabajo, aspecto que parece tomará cierta relevancia, para finalmente quedar en el olvido, restándole importancia a pesar de que se le dedica buena parte en pantalla.

A su favor hay que reconocer que el giro del misterio principal toma por sorpresa al público, pues es difícil adivinarlo, aunque llega muy tarde. Si tan sólo se hubiera mantenido más el ritmo que toma a partir de ese descubrimiento, estaríamos ante un potente drama, ya que sus temas familiares son interesantes; las mentiras que se callan por décadas en una familia siempre calan hondo y son duras para los personajes y los espectadores por igual. Y aunque en este caso también lo son, la falta de ritmo sin duda les resta impacto.

Afortunadamente los dos actores principales están perfectos; Lafitte y Laurent solventan muy bien la historia y es gracias a ellos que no es un desastre total. De lo contrario, se perdería aún más el interés en la trama, cosa que nunca sucede, ya que ambos le inyectan pasión y seriedad al relato. No es de extrañar que cuando comparten pantalla son los momentos más inspirados de la película.