Por Fernando Santoyo Tello / @FdoSantoyoTello
Desde que los hermanos Lumiere inventaron el cinematógrafo en 1895, el cine ha sufrido una serie de cambios tecnológicos que lo han podido acercar más al público y, por medio de estos avances, el nivel de espectacularidad o realidad que el séptimo arte imprime ha ido en aumento.
Siete años después de este revolucionario invento, el entonces desconocido George Méilès, filmó la que podría ser considerada como la primera cinta de ciencia ficción del cine; Viaje a la Luna (1902), un relato que no soló sorprendió al público de la época por sus impresionantes efectos especiales –meros efectos fotográficos y de óptica-, sino que además comenzó el género basándose en escritos de Julio Verne (“De la tierra a la luna”) y de H.G Wells (“Los primeros hombres en la luna”).
Fue hasta 1927, con Metrópolis, que Fritz Lang entregó uno de los mayores clásicos del cine mundial y la base clara de lo que hoy entendemos como ciencia ficción. Además, Metrópolis fue también la semilla del sub género del Cyberpunk, al cual sin duda pertenece la nueva adaptación del anime Ghost in the Shell, una de las películas que más se han adelantado a su tiempo. Robots, grandes corporaciones, ciudades sobrepobladas y discriminación social convergen en una historia que nunca ha pasado de moda a pesar de tener más de 90 años de su concepción.
Después de ese gran debut de Lang y las bases que sentó como destacado expresionista, el género de ciencia ficción se transformó en lo que hoy conocemos como la serie B, siendo incluso el estandarte de este tipo de películas hasta los años cincuenta, donde hubo grandes representantes que a pesar de sus orígenes supieron ganarse un lugar en la historia del cine. Invasion of the Body Snatchers (Don Siegel, 1956), por ejemplo, fue uno de los mayores clásicos del cine B de aquellos tiempos, que además se consolidó como una de las cintas que más marcaron el género desde mediados del siglo pasado.
Tiempo después, en 1968, Stanley Kubrick cambió las reglas del género para siempre con 2001 Odisea al Espacio. Con ella, el británico rompió paradigmas no sólo rítmicos y visuales en el género, sino que además lo dotó de inteligencia y reflexión como pocas veces se había concebido en la pantalla. Sobreponiendo la imagen, el sonido y los efectos especiales por encima de un arco dramático convencional, esta cinta representó un antes y un después en cuanto a la presentación visual de ideas y sensaciones.
Blade Runner (1982)
Ridley Scott vendría casi una década después y en 1979, con Alien, el octavo pasajero, imprimió dinamismo a esta estirpe, instaurando con ello un elemento de horror al estilo previamente creado por Kubrick. Sin éstas, quizá nada de lo que vemos hoy existiría.
Antes de todo esto, cabe puntualizar, Jean-Luc Godard ya habría explorado la ciencia ficción con su clásico Alphaville (1965), con la que continuó en cierta medida lo asentado por el ya mencionado Fritz Lang. Alejado de la visión más espectacular en cuanto a lo visual de autores como los mencionados Kubrick y Scott, el francés mezcló buena parte de los conceptos que Lang exploró en su clásico de finales de los veintes, con un toque de cine negro. Esta mezcla serviría como antecedente directo de otro de los grandes clásicos que también marcaron época y le dieron un nuevo rumbo al género; Blade Runner (1982), también de Ridley Scott e inspirada en un texto de Philip K. Dick.
Si una película ha sido estandarte del mencionado cyberpunk, así como del cine de ciencia ficción desde su estreno, sin duda es Blade Runner, un filme que fracasó en su época pero que los años han sabido colocar en su merecido lugar como una de las máximas expresiones del género. El Quinto Elemento (Luc Besson, 1997), por ejemplo, es una de las películas que más le deben a la distópica versión del futuro planteada por Scott.
De estas influencias, en lo cinematográfico al menos, nació en uno de los continentes más lejanos al nuestro una nueva ola. Fue en 1988 que Katsuhiro Otomo creó Akira, la cual es una de las películas animadas más famosas basadas en un manga, a su vez adaptada de su mismo trabajo, publicado en 1982, y una de las que más marcaron la línea de esta corriente. Siguiendo esta estela, en 1995 salió la cinta animada Ghost in the Shell, de Mamoru Oshii. Ambas películas son referencias directas y obligadas de Matrix, otro filme que marcaría un antes y un después en 1999.
Con esta última, las hermanas Wachowski revitalizaron el género de la acción y la ciencia ficción. Entre otros increíbles aspectos visuales, Matrix instauró y reconfirmó el famoso “bullet time”, efecto al hoy en día muchas súper producciones recurren en los blockbusters.
Fue también gracias a esta última que el género comenzó a adoptar de manera más comercial las tramas de realidad virtual, dimensiones paralelas y ciertos temas pseudo filosóficos, aunque es justo decir que no fue la primera, pues ya antes en los mangas arriba mencionados se hizo un acercamiento a estos tópicos
A estos títulos no podemos dejar de sumar ejemplos como Días Extraños (Kathryn Bigelow, 1995), ExitenZ (David Cronenberg, 1999) y sobre todo Fugitivo del Futuro (Robert Longo, 1995), también protagonizada por Keanu Reeves y basada en una novela de William Gibson, quien es considerado como uno de los padres del cyberpunk.
Con todos estos antecedentes es que ahora llega a los cines Ghost in the Shell, que busca continuar con el legado de Matrix o Blade Runner, aunque su homónimo de 1995 ya haya sido una de las referencias más directas para la cinta protagonizada por Keanu Reeves, lo que nos lleva a una especie de bucle meta cinematográfico, en el que el anime fue referencia de la cinta del 99, que a su vez ahora es referencia de la adaptación de carne y hueso. Aunque, viéndolo por otro lado, la realidad es que el material original (el manga de Masamune Shirow) es uno de los principales puntos de partida de todo lo que hoy en día conocemos en este tipo de obras.
The Matrix (1999)