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soprano

Por Fernando Santoyo Tello / @FdoSantoyoTello

Desde que en 1999 la cadena de televisión HBO sacara al aire la multi premiada y excelente serie Los Soprano, creada por David Chase, la forma de hacer y ver televisión cambió para siempre. A partir de ese momento no sólo se puso gran atención a los guiones que se escribían para este tipo de shows, sino que también las actuaciones y la dirección de los episodios empezarían a subir el estandarte de ese tipo de productos.

Esta era dorada de la televisión estuvo abanderada, aparte de esta serie sobre una familia inmiscuida en la mafia, por títulos como 24 con Kiefer Sutherland; Lost, que fue la consagración de J.J Abrams (quien después se volvería uno de los directores más importantes de Hollywood); Prison Break de Paul T Scheuring y, años después, se coronaría con proyectos como Breaking Bad y Game of Thrones.

Canales de cable como HBO, AMC, Showtime y Fox se encumbraron como grandes productoras de series. Atrás quedaron los tiempos en los que trabajar en la pantalla chica era sinónimo de baja calidad y de actores en horas bajas. Así, con el pasar del nuevo milenio, actores surgidos de la televisión dieron el salto a la gran pantalla (Benedict Cumberbatch como un buen ejemplo) y en años recientes el fenómeno se dio a la inversa, ya que hoy en día muchos actores aún con éxito en cine buscan series de televisión donde pueden hacer papeles que tal vez en la gran pantalla no consiguen.

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Gente como Kevin Bacon (The Following), Tom Hardy (Peaky Blinders, Taboo), Matthew McConaughey (True Detective), Woody Harrelson (True Detective), Colin Farrell (True Detective 2), Rachel McAdams (True Detective 2), Reese Whiterspoon (Big Little Lies), Nicole Kidman (Big Little Lies), James Franco (22/11/63, The Deuce), Ewan McGregor (Fargo 3), Kirsten Dunst (Fargo 2), Naomi Watts (Gypsy), Jason Bateman (Ozark), Kevin Spacey (House of Cards) y hasta George Clooney, quien volverá a la pantalla chica en Catch-22.

Ya lo dijo Quentin Tarantino hace unos años, cuando incursiono en la pantalla chica; “hoy en día la mayor calidad en las historias se encuentra en la televisión”. Tal vez por que es ahí donde los guionistas, directores y actores tienen más tiempo y posibilidades para construir y preparar un proyecto tal como lo quieren y lo han pensado, contrario a los pocos tiempos y las presiones que los estudios ponen hoy en sus películas, sobre todo en las cintas destinadas no solo a ser éxitos de taquilla, sino hasta las que se hacen pensando en ganar premios.

La carta abierta que dan algunos estudios de televisión como Netflix, Amazon, Showtime, Starz, AMC, y sobre todo HBO, es probablemente el punto que ha hecho que la televisión mejore en calidad y cantidad de manera sobresaliente. De unos años para acá importantes directores de cine también han postrado sus ojos y aportado su talento a proyectos televisivos. Sin ir más lejos; Martin Scorsese fue uno de los primeros en dar este salto. Su serie Boardwalk Empire gozó de prestigió mientras se emitió en HBO hace un par de años, aunque desgraciadamente su siguiente colaboración con el gigante de la televisión (Vinyl) no corrió con la misma suerte.

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Dicho esto, tal vez el precedente de importantes directores de cine haciendo televisión lo dieron no solo Tarantino con CSI; Grave Danger (que fue el final de la quinta temporada de la longeva serie de los forenses criminales), sino también Steven Spielberg con ambas Band of Brothers y The Pacific (series sobre la segunda guerra mundial). Después de que estos dos grandes del cine hollywoodense se dieron el tiempo de trabajar en la pantalla chica a principios del nuevo milenio, sin duda muchos más vieron con buenos ojos hacer lo mismo.

Para corroborar definitivamente esto, este año dos de las mejores series de televisión que salieron al aire son precisamente obra de directores que han ofrecido sus mejores trabajos en la pantalla grande: David Fincher y Jean-Marc Vallée.

Fincher volvió a terrenos explorados en cintas como Seven (1995) y Zodiaco (2007), tocando de nuevo el tema de los asesinos seriales en Mindhunter, aunque en esta ocasión visto desde el punto de vista de dos agentes del FBI; uno novato (Jonathan Groff) y otro veterano (Holt McCallany), que de manera casi accidental se volverán los precursores de los criminal profilers (agentes especializados en el comportamiento y la psicología de los delincuentes).

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Con la acostumbrada elegancia de la puesta en escena de Fincher, esta serie de 13 capítulos excelentemente ambientada en los años setenta se convirtió por derecho propio en una de las mejores series dramáticas del año. Densa, inteligente y muy entretenida. Sin duda Netflix fue el mejor aliado para contar sin tapujos y con todo el tiempo posible esta historia, que en cine difícilmente pudiera haber sido contada con la misma pericia.

Igual de sobresaliente es Big Little Lies de Jean-Marc Vallée, una serie de HBO sumamente adulta, llena de pasión, sexo y un misterio que resolver dentro de una pequeña localidad en California, donde las falsas apariencias y la hipocresía de un grupo de mujeres de clase alta son cosa de todos los días. El trabajo de Vallée es igual de sobresaliente que en sus dramas para la pantalla grande donde su mejor cualidad es sacar lo máximo de su cuadro de actores y actrices, aquí encabezado por las estupendas Nicole Kidman y Laura Dern principalmente. No en vano Vallée y HBO volverán a hacer mancuerna con Sharp Objects, que tendrá como protagonista a Amy Adams.

Sin duda somos privilegiados de ser testigos de esta época, de la cuál solo nos queda esperar que no ocurra como en el cine, donde la sobre saturación de fórmulas y marcas ha terminado por cansar al público y bajar la calidad de los productos.

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