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La polémica directora Catherine Breillat regresa con su película más personal. Esta vez el sexo explícito y las escenas corrosivas son sustituidas por un drama basado en un duro episodio autobiográfico.

En 2004, la cineasta, novelista, académica y férrea feminista francesa Catherine Breillat, sufrió una embolia que le provocó la parálisis del lado izquierdo de su cuerpo. A pesar de tan aparatosa limitante, desde ese momento a la fecha no ha dejado de trabajar. Por ende, tres años después de su percance, decidió invertir una considerable suma de dinero, para tener como protagonista de su película a un actor amateur, quien sorpresivamente resultó ser un habilidoso estafador con innumerables denuncias en su contra.

“Abuso de debilidad” fue el curioso término legal que se empleó en los juzgados para condenar a ese timador profesional. Ese también es el nombre con el que tituló Breillat una novela en 2009, y ahora su cinta más reciente.

De este modo, el filme va recreando sesgadamente el periplo al que se enfrentó la autora: Maud (interpretada por la famosa actriz Isabelle Huppert) comienza a mantener una relación de ¿poder?, ¿complicidad?, ¿dependencia patológica?, con Vilko (Kool Shen) quien a pesar de haber permanecido veinte años en la cárcel por diversos fraudes millonarios, despierta en la madura mujer una rara atracción. Tan arrogante, tan seguro de sí mismo, tan apuesto, tan misterioso. Es un hecho que es el indicado para tomar el papel principal y debutar en la pantalla grande.

Breillat no le tiene nada que envidiar a Lars Von Trier de cómo trata a sus personajes femeninos, llevándolos a una degradación física y moral, disfrutando en silencio, detrás de la cámara cuánto más pueden soportar. Con trabajos como este, Breillat puede presumir ser una de las personalidades menos complacientes que existe en el cine europeo contemporáneo. Esto por supuesto supone que su filmografía no es para cualquier espectador.

Por Alberto Acuña Navarijo / @loungeymartinis