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Después de la soledad y la falta de comunicación, quizá la preocupación más recurrente del cineasta mexicano contemporáneo –no importando aquí si pertenece al mainstream más complaciente o al underground–, es la incapacidad de madurar a pesar de rondar ya los treinta años de edad.

De los profesionistas irresponsables de Efectos Secundarios (Issa López, 2006), a los radical chic de pacotilla de El Lenguaje de los Machetes (Kyzza Terrazas, 2011), pasando por el grupo de amigos de masoquistas quienes protagonizan Sobre Ella (Mauricio T. Valle, 2013); el común denominador es ver cómo el director se refleja en la historia y crea, no muy discretamente, un alter ego fílmico para poder manifestar una perenne insatisfacción existencial mientras vive encriptado en una lastimosa adolescencia. Y el debutante Alejandro Sugich, desde el mismo nombre de su película, engrosa inocuamente esa tendencia.

Pareciera que Emilio (Manuel Balbi) lo tiene todo a sus veintinueve años: es el mejor ejecutivo en una aerolínea, goza de una posición económica acomodada que le permite, entre otros beneficios, ser dueño de un lujoso departamento, y se encuentra a escasas semanas de casarse con Cristina (Sara Maldonado), una seria y centrada compañera de trabajo. Sin embargo, Emilio permanece frustrado porque en realidad lo que desea es ser novelista (¿tiene el talento y el potencial para convertirse en uno? ¡¿Qué importa?! Lo único que sueña es adquirir una máquina de escribir vintage y vivir a la orilla del mar).

El no poder concretar esta inquietud por su vertiginosa rutina fue lo que motivó meses atrás su rompimiento con Lucía (Eiza González), una chica diez años menor que él, convenientemente con una sensibilidad artística para alentarlo. Sumido en una crisis, tal vez la invitación a una boda por parte de uno de sus amigos de infancia, a realizarse en su natal Ciudad Obregón, sea el pretexto para cambiar de perspectiva de lo que quiere en su futuro…o tal vez no.

Y es justo en este punto, con el regreso al terruño por parte del protagonista, donde el director tuvo la oportunidad de proponer una pequeña radiografía de los usos y costumbres en una región poco explotada por el cine, posiblemente no hubiera sido una gran obra, pero al menos sí una cinta más recomendable. Ahí está el simpático gimmick de la traducción del caló norteño con subtítulos, la explicación del origen de los apodos del resto de los personajes o la escena en el fotogénico estadio de baseball.

Empero, Alejandro Sugich opta por una retahíla de obviedades argumentales y de dirección (como si ser escritor bohemio no hubiera sido ya suficiente), donde caben aforismos baratísimos dichos en off acerca de la vida, la muerte y el destino, ideales para ponerlos en los muros facebookeros de quinceañeras; el descubrimiento que el grupo de amigos de Emilio son hombres fracasados, que fueron obligados por sus respectivos padres a dedicarse a la agricultura y a formar numerosas familias; las secuencias convertidas en largos videoclips con estética naïf de mediados de los años noventa para que así pueda avanzar la trama, o la pomposidad del imprevisto funeral horas antes de que el joven vuelva a la Ciudad de México.

Pobre como cinta coming of age. Cursi como drama fraternal. Anquilosada como historia romántica. Casi Treinta entrará sin remedio a la lista de cine olvidable del año.

Por Alberto Acuña Navarijo / @loungeymartinis