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El gran impostorA veces prefiero que me toque escribir de películas o muy buenas o muy malas… Es más fácil hablar de ese tipo de cintas, porque uno se puede enfocar en sus virtudes o defectos y listo. Tal cual sea el caso, el asunto es que de lo que más me cuesta trabajo escribir es de cintas simplonas, medianas en todos su aspectos y confusas en intensiones, desarrollo, actuaciones, etc… Comencemos la destrucción.

El Gran Impostor (The Forger, Phillip Martin, 2014) es una de estas películas de las que me cuesta escribir porque no tiene virtudes destacadas, pero tampoco sus defectos son tan malos como para destrozarla. Comenzó bien, luego me aburrió, luego retomó el vuelo, y al final terminó muy pronto y me quedé tal cual como cuando empezó: no se me quedó absolutamente nada grabado, ni bueno, ni malo. Es más, es tan anónima que hasta creo que tiene el súper poder de borrarse de la mente del espectador una vez que termina la proyección.

Liberado de la prisión para que pueda pasar tiempo con su moribundo hijo (Tye Sheridan), un experto falsificador de arte (John Travolta) es obligado por un grupo de delincuentes, que a su vez trabajan para un temido narcotraficante, a participar en un importante robo a un museo. Sólo que los problemas con su hijo enfermo, y una policía (Abigail Spencer) que lo sigue muy de cerca, lo obligarán a tomar decisiones arriesgadas que pueden poner la misión en peligro.

El mayor problema de esta cinta radica en su guión, ya que quisieron amalgamar dos historias muy diferentes entre sí y con pretensiones muy distintas. Por una parte es un thriller criminal sobre robos, y por la otra es un drama humano sobre la enfermedad de un hijo y lo difícil que es la aceptación de la muerte inminente de un paciente terminal. Si cada uno de estos temas se hubiera tratado por separado, tal vez el resultado hubiera sido diferente, en pocas palabras: mejor hubieran hecho dos películas y no una sola con ambos tonos, ya que no hacen más que meterse el pie entre ellos.

Otro punto en contra es John Travolta como protagonista –y ojo, hay que aclarar que soy fan del actor, más que nada por Vaselina (Randal Kleiser, 1978), Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994)  y sus participaciones con John Woo–, es que en esta cinta no encaja para nada. De entrada es hasta triste ver cómo le ha quedado el rostro ante tanto botox y su peluquín no le ayuda tampoco…

Ahora bien, quitando esa parte de imagen, su actuación se siente desganada. Durante toda la película lo único que transmite es flojera, y ante una trama que amerita emociones por lo delicado de la enfermedad de su hijo, esto es lo que menos transmite. Es decir, ese carisma que lo encumbró en el pasado aquí brilla por su ausencia totalmente; tal vez con otro actor que se hubiera comprometido más a pesar de lo caótico de su libreto, hubiera sido mejor para el film, ya que sus co-protagonistas Christopher Plummer y el joven Tye Sheridan, realizan un trabajo decente.

En conclusión, es una película lenta, que nunca termina por despegar ni por mostrar sus verdaderas intenciones. Se queda a medias como drama y se estrella totalmente como thriller de robos (el atraco es tan falto de emoción y tan efímero que lo mejor hubiera sido que le hubieran quitado esa sub trama). Lo mejor que puedo decir de ella es que hubiera sido una buena TV movie, obviamente con lo que eso conlleva en cuanto a calidad. 

En Cartelera: Próximamente.

 Por Fernando Santoyo Tello / @CinemaMovil_mx