Si bien un título como Female Werewolf da la impresión que estamos ante un producto de explotación, la tercera película del ex editor de la revista Fangoria, Chris Alexander, está más cerca del art house que de los Grindhouse. Basta decir que el primer diálogo hablado llega cerca del minuto 40 y en total sólo existen un par de escenas con diálogos en todo el filme; se trata pues de un experimento hecho por un realizador que se nota interesado en explorar y jugar con los elementos de la narrativa audiovisual.
Saturando sus encuadres con colores que van desde el rojo y azul, y pasan por tonos como el morado y rosa, Alexander basa su experimento en un simple seguimiento a los cambios físicos, emocionales y mentales que sufre gradualmente una joven mujer, al mismo tiempo que mantiene una serie de encuentros sexuales en un motel con una compañera de trabajo.
Acompañada de un soundtrack atmosférico (compuesto por el mismo director), Female Werewolf exhibe una serie de secuencias llenas de deseo sexual, aunque tampoco resulta una cinta explícita, más allá de esas imágenes con tonos rojizos donde vemos en close-up los labios de ambas mujeres mientras se besan apasionadamente. Este tipo de imágenes son acompañadas por secuencias que develan una trama un tanto más convencional, de acuerdo a la narrativa que hemos visto en numerosos filmes que suponen la transformación de su protagonista en algo fuera de lo ordinario.
En realidad, Female Werewolf nunca termina por explorar (o explotar) a fondo su lado proveniente de la mitología de los licántropos. Salvo una escena cerca del final relativa a la transformación de la mujer lobo (y que por la misma naturaleza del resto se siente un tanto fuera de lugar), Female Werewolf bien podría verse como la historia de una vampira que percibe ciertos cambios y nuevas necesidades. O sea, el atractivo título le queda grande al resultado, ya que no hay distinción entre ambas mitologías.
Aún así, Female Werewolf nos indica que Chris Alexander tiene futuro en su emergente carrera como cineasta; es claro que el también periodista canadiense sabe expresarse a través de imágenes y que no quiere caer en la narrativa audiovisual común. Sus conocimientos del cine de horror lo llevan a regalarnos algunas imágenes icónicas (en busca del personaje mítico del título, amenaza latente para sus amantes femeninas), sólo que en esta ocasión Alexander estuvo mucho más intrigado por jugar con el aspecto visual del filme (grabado con un iPhone por cierto), experimentar con diferentes paletas de color, que en concretar una historia mayor.