Tal vez sin alguna vez proponérselo, hace catorce años con Un Mundo Raro, su ópera prima, Armando Casas instauró una moda en el cine mexicano: anhelar dirigir el thriller fársico perentorio, aquel de humor negro con un cúmulo de equivocaciones, coincidencias y peripecias improbables al interior de una trama decididamente intrincada. Es por ello que el estreno de su segundo filme Familia Gang, se siente tan desfasado e inoportuno, a pesar de abordar temas de actualidad.
Narco juniors que no se manchan las manos haciendo el trabajo sucio. Procuradores cínicos y corruptos. Televisoras expertas en fabricar mentiras. Referencias que se quieren capciosas en torno al “Chapo” Guzmán, el Cartel de los Beltrán-Leyva, Florence Cassez, “La Reina del Pacífico” entre otras distinguidas figuras de nuestro particular mundo criminal, como si Casas fuera un sub-Luis Estrada únicamente recopilando noticias al azar. Con estos elementos tan poco imaginativos saltando a la vista, no resulta una casualidad que a excepción del genial Rafael Inclán – aquí interpretando a un envejecido hampón de quinta – ningún otro involucrado muestre la mínima convicción en lo que está realizando.
Quien definitivamente se lleva premio al miscast es Elpidia Carrillo como la esposa abandonada del protagonista convertida en madura femme fatale. Cierto, existe el pretexto argumental que su personaje vivió varios años en Estados Unidos, pero, ¿de verdad nadie se percató en algún momento que la actriz, cuya carrera se ha formado efectivamente en el extranjero, era incapaz de decir sus diálogos en un español fluido? ¿Por qué se pensó en ella tomando en cuenta la pretendida esencia populachera de la historia?
Precisamente aquí se concentran dos problemas clave que permean durante la cinta: todos los personajes están completamente desdibujados con pasados apenas sugeridos, así como unos diálogos obsoletos que nunca logran ser graciosos. Llegan a ser comunes los rolling gags a falta de mejores ideas (la burla por un problema de erección que recibe el hijo bueno para nada que interpreta Humberto Busto; los apodos misóginos de la que es objeto la ex teibolera de antro lujoso que encarna Giovanna Zacarías).
Si esto no fuera suficiente, la premisa que involucra el cuerpo que utilizará el gobierno para simular la muerte del narcotraficante más buscado del país, avanza con una puesta en escena desprolija (la secuencia de la marcha del orgullo gay o aquella otra con los diferentes cárteles enfrentados en caótica balacera, las cuales no sólo evidencian la falta de presupuesto sino una pereza para construirlas). Una muestra más del por qué las cintas urbanas que combinan comedia con violencia han caducado ya irremediablemente.