Fue en 2008 cuando vimos el documental Man On Wire de James Marsh, el cual reconstruía los audaces sucesos protagonizados por el francés Philippe Petit en 1974, cuando cruzó las Torres Gemelas sobre una soga (uno de los incidentes mas temerarios registrados en esa década).
¿Demencia o audacia? El documental no escudriñaba en lo que podría sopesarse como una personalidad lunática en la figura de Petit, puesto que el acróbata participó activamente con Marsh en la película, pero sí ofrecía un fascinante y vívido recuento de los momentos claves antes del célebre incidente. Es una experiencia casi catártica, muy similar a lo que sucede con una cinta de acción y suspenso hábilmente ensamblada.
Algo parecido sucede en la recreación que ahora hace Robert Zemeckis de tales incidentes. The Walk (En la Cuerda Floja) ofrece – en sus últimos cuarenta y cinco minutos – lo que puede considerarse como uno de los espectáculos cinematográficos definitivos del año.
La producción tardó, ya que el diestro realizador esperó a tener la tecnología conveniente y herramientas necesarias para transportar al espectador al lugar de los hechos y colocarlo en los zapatos de Petit, justo cuando éste se encontraba sobre la memorable soga. La audiencia experimenta algo parecido a lo sobrevivido por el acróbata, aunque se trate de un mero espejismo. Antes de continuar, recomendamos apreciar esta cinta en 3D y formato IMAX, con la finalidad de cumplir con la invitación que hace el director al público.
Ahora, vamos al lado adverso del asunto. La primera parte de The Walk es un desatinado cuadro que aborda el origen de Petit como una osada figura, seducido por misiones utópicas. ¿Qué pasaría por la mente de este equilibrista para cometer los actos imposibles? La respuesta queda en el aire, pues los realizadores presentan, a manera de crónica, aquellos momentos importantes en la juventud de Petit: cuando conoce casi por accidente a Annie (Charlotte Le Bon), quien se convertirá en su amante y colaboradora, o cuando escucha los consejos de Papa Rudy (Ben Kingsley), su mentor en el mundo circense.
El tono de los episodios resulta incierto, de repente estos pasajes poseen cierto sentido del humor para después caer en un irritante melodrama a la par que los actores parecen estar caracterizando simples clichés de sus personajes. Joseph Gordon-Levitt aquí muestra una rigidez un tanto inusual en su trabajo, probablemente por la presión de tener a Petit como asesor cercano a la producción, o por ese profundo acento francés que porta durante toda la película. Por otro lado, Kingsley parece estar haciendo un ‘De Niro’ más, o sea laborando con pereza y recurriendo a sus verificadas expresiones.
Ahora, si el espectador resiste esta primera parte, será gratamente retribuido con una emocionante conclusión en donde contemplamos a Petit realizar su heroico acto sobre la cuerda. El espectáculo es alucinante, nos hace olvidar la pedestre narrativa inicial para vernos inmersos en la simulación orquestada por Zemeckis. The Walk hará cavilar a todos los detractores del 3D.